William Anseume: La opinión pública castrada

William Anseume: La opinión pública castrada

¿Como se difunde la opinión pública? La merma de las posibilidades de difusión de la opinión pública en Venezuela es un proyecto significativo de las políticas que se ha planteado el régimen del terror para garantizar su prevalencia, por sobre la libertad. En tiempos en los que se avecina indudablemente una nueva elección nacional, presidencial además, era lógico pensar en el cierre cada vez más abrupto de la posibilidades de difusión pública del pensamiento articulado, de la manifestación de grupos y personas.

Supongamos que se realiza una manifestación, como a diario ocurre en nuestro país, por los servicios, por ejemplo. ¿Como hacen en Amazonas para enterarse que en Yaracuy se padece la misma problemática? ¿Como hace el vecino en el mismo barrio, en el mismo pueblo para enterarse y fijar posición acerca de una protesta que ocurrió a metros de su estancia? Por varios medios, se me dirá: televisivos, radioeléctricos, prensa escrita, redes sociales, volantes, o, incluso, el tan conocido boca en boca. Todo eso se ha venido a menos, a propósito, por demás. Se han roto las posibilidades del establecimiento de una opinión pública generalizada en el país. Lo que no significa que no la haya y que no se concrete a trompicones su difusión. Pero el régimen trabaja en el quiebre definitivo, en el aislamiento cada vez mayor y más prolongado de los seres humanos que habitamos para compartir esta común desgracia impuesta.

El aislamiento es más significativo en el paso del tiempo. El cierre de más de cien emisoras de radio lo evidencia, el cierre de canales de televisión, la imposibilidad de publicar periódicos en papel, el bajo acceso a las redes sociales por carencia de aparatos o por los cotos de la telefonía móvil. En todo esto incide la búsqueda diaria de suplir las necesidades básicas, en las cuales no está, obviamente, la información. La ciudadanía, después de jornadas duras de trabajo, prefiere también un toque de diversión y de separación de los malestares habituales. Todo este cóctel implica más y más separación de las posibilidades de que se geste una opinión pública, esa que no puede dejar de existir, aunque sea una anhelo dictatorial permanente; por algún lado se fuga. Sin embargo, no podemos dejar al azar la fuga de esa opinión.





Más allá de los medios comprados, de la invasión permanente de ideología y de la implementación discursiva de ideas como esa de que “Venezuela se arregló”, encauzada por medios oficiales de toda índole, está la crudeza de la realidad circundante, que debe ser canalizada por la opinión personal y grupal sistemáticamente. Se nota el desespero casi de medios y de personalidades para hacer llegar su opinión del modo que sea, así estén vetados, bloqueados, cuasi anulados. Y en esta búsqueda no podemos cejar. La opinión que se produce naturalmente debe circular por todos los medios al alcance, como ocurre. Por cuesta arriba que sea, en tiempos de censura permanente hasta de canciones, como la de Rubén Blades dedicada a nuestro país. La obligación que tenemos es la de no dejarnos someter por el poder que se pretende totalitario hasta extirpar , así sea modificándola a su conveniencia, la opinión pública.

Alentemos más manifestaciones, más protestas, más dimensión del pensamiento, Mayor difusión del mismo, así no todos estemos de acuerdo en todo, como es lógico, reconozcamos el valor de las ideas del otro, a través de la difusión de su pensamiento, incentivemos una mayor posibilidad de polémica, sin rehuirla; la polémica es creadora. Así lo demuestra la universidad. No temamos enfrentar el pensamiento del adversario continuamente. Con el debido respeto a la persona humana, se entiende. Avivar la opinión pública es una notoria tarea permanente de la ciudadanía venezolana en su continúa oposición al régimen despótico que soportamos como la calamidad que es. Si la lucha de ellos es también por dominar la opinión pública, contrariemos diariamente esa moción. Con acciones y palabras. La opinión pública es una de las mayores acreencias de la democracia.