Palizas incesantes, tortura física y psicológica, hambre, hacinamiento y privación de atención sanitaria. Es el infierno que la médica voluntaria Yulia Paievska sufrió durante sus tres meses de cautiverio en un centro de detención ruso.
“En mi caso me torturaron con descargas eléctricas”, afirma.
“En general, la violencia física era constante y arbitraria. Nos pegaban por cualquier motivo con unos tubos que tenían”, relata a EFE, con la voz entrecortada, la doctora ucraniana.
Paievska, de 53 años, visitó Viena para contar sus meses de cautiverio a representantes de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), y denunciar así el trato inhumano que reciben los prisioneros ucranianos en manos rusas.
La voluntaria, conocida en Ucrania con el apodo de “Taira”, un personaje del videojuego World of Warcraft, es conocida en su país. En 2014 fundó un grupo de médicas voluntarias, llamado Los Ángeles de Taira, que atiende a heridos en Donbás.
Entre 2018 y 2020 fue responsable de un hospital militar en Mariupol y después continuó trabajando como voluntaria. Tras la invasión rusa el 24 de febrero y el cerco de Mariupol, ayudó a civiles a escapar de la ciudad sometida a constantes bombardeos.
CONDICIONES TERRORÍFICAS
En sus tres meses de cautiverio -fue capturada el 16 de marzo- en la región ocupada de Donetsk tampoco pudo comunicarse con su marido y su hija. Su puesta en libertad el 17 de junio, convertida en un símbolo de resistencia, fue anunciada por el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
Paievska relata a EFE que fue confinada en solitario y durante diez días se le privó de su medicación para la tiroides. Después tuvo que compartir una celda de apenas 12 metros cuadrados con otras 21 mujeres.
Sólo había diez camas y los guardias les impedían sentarse o descansar durante el día. La violencia física era constante.
“Cuando alguien se ponía enferma en nuestra celda lo pasábamos mal porque sabíamos que si alguien entraba lo iba a hacer repartiendo golpes”, señala.
Paievska explica que las condiciones de los centros en los que estuvo eran terroríficas, que no contaban con ropa de abrigo adecuada y que los enfermos no recibían tratamiento médico alguno.
Y relata el caso de dos mujeres que sobrevivieron a un ataque al corazón a pesar de que lo único que obtuvieron para recuperarse fue el permiso de sentarse.
También las condiciones higiénicas eran lamentables: “En tres meses sólo pude ducharme una vez”, cuenta.
“Cuando las mujeres se duchaban lo hacían a la vista de los guardias masculinos. Eso era para muchas una enorme humillación y las afectaba psicológicamente”, agrega.
Paievska perdió más de 15 kilos debido a la falta de alimentos. Tampoco había productos de higiene básicos: “No nos dieron ni pasta de dientes, ni cepillo, nada. Tampoco toallas”, denuncia.
Muchas de sus compañeras tenían problemas psicológicos por la situación: “Buscaban humillarnos de forma constante”, sostiene, y explica que les hacían cantar el himno ruso o lemas prorrusos a cada momento o las insultaban diciendo que eran “nazis” y “fascistas.
Era una forma de “deshumanizarlas”, indica, y explica que no puede contar otros muchos detalles por miedo a perjudicar a prisioneras que todavía siguen en manos rusas.
NI CRUZ ROJA NI ONU
Paievska denuncia que ni la Cruz Roja, ni la ONU, ni ninguna organización internacional han podido acceder a los centros de detención rusos en zonas ocupadas de Ucrania y pide a la comunidad internacional aumentar la presión sobre Rusia.
La voluntaria sabe que el hecho de ser una persona conocida y haber difundido unas imágenes de su trabajo antes de su captura le permitieron entrar en un intercambio de prisioneros.
El día antes de ser detenida, Paievska entregó una tarjeta de memoria, con más de 200 GB en imágenes que documentaban su trabajo, atendiendo a todo tipo de heridos, a dos periodistas de la agencia estadounidense Associated Press que consiguieron salir de Mariupol.
Paievska confía en que los responsables de este trato inhumano puedan rendir cuentas ante la Justicia ucraniana en el futuro.
“Si estos crímenes no se castigan van a volver a cometerse. Es en interés de todos que estas conductas se castiguen”, expone.
Su relato y sus experiencias coinciden con las denuncias que la ONU ha realizado sobre los maltratos a prisioneros ucranianos en centros de detención rusos.
Este martes, una misión de observadores de derechos humanos de Naciones Unidas que trabaja en Ucrania corroboró “con un margen considerable de certidumbre” una serie de torturas por parte de las fuerzas rusas y de sus aliados, mediante métodos que incluyen descargas eléctricas, palizas o quemaduras.
Los expertos de la ONU aseguran que aunque hay torturas de prisioneros en ambos bandos, las del lado ruso son de carácter “sistemático”. EFE