Luis, un joven de Tucupita, estado Delta Amacuro, viajó a Guyana en busca de mejores condiciones de vida. Estando en ese país, aceptó un trabajo donde pudo haber sido esclavo hasta su muerte.
Por: Tanetanae
En febrero de 2022 abordó una embarcación con destino a Guyana. Pasó por la aduana donde pagó 20 dólares, al igual que otros connacionales. En Venezuela dejó a una familia esperanzada de poder comer tres veces al día y tener algo de ropa.
Arribó a Kumaka, una población de Guayana de unos dos mil habitantes, según estimaciones del censo que se llevó a cabo en el año 2002. Allí trabajó “de todo un poco”. Le estaba yendo bien en comparación con su realidad monetaria en Venezuela.
Un día recibió la tentadora oferta de trabajo que un migrante podría imaginar: ganaría más en una granja de pollos. Aceptó, y junto a él, otras personas. Entre ellas: indígenas waraos.
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