Geng He ha sufrido persecución, vigilancia y la ruptura de su familia, todo simplemente por el hombre con el que se casó. Su historia revela el lado oscuro de la China de Xi Jinping, quien acaba de asegurar un tercer mandato en el cargo.
Por BBC Mundo
Geng He recuerda exactamente dónde estaba cuando se dio cuenta de lo verdaderamente abrumador que es el poder del Estado chino: había llevado a su hija Grace a un salón de belleza en Pekín para un corte de cabello.
De repente, un grupo de personas irrumpió y les pidió que se fueran con ellas. Era la policía secreta.
Al principio, Geng He no entendía qué estaba pasando ni quiénes eran las personas que se la estaban llevando a ella y a su hija. Preguntó si podían terminar el corte primero. La respuesta fue un “no”. Había más oficiales en la calle afuera; otros las esperaban en su bloque de apartamentos.
“Miré a mi alrededor y, guau, tanto el primero como el segundo piso estaban repletos de gente”, me dijo.
Los agentes registraron el apartamento y se le dijo a Geng He que su esposo había sido arrestado mientras visitaba a su hermana en la provincia de Shandong, a unas pocas horas al sur de la capital.
Era 2006 y empezaba el fin de su vida como familia.
El arresto del esposo
El esposo de Geng He, Gao Zhisheng, era abogado. Alguna vez había tenido reconocimiento del gobierno comunista pero empezó a defender a personas a las que las autoridades no querían que se defendiera.
Entre ellos había seguidores del movimiento espiritual prohibido Falun Gong, cristianos chinos a los que se les acusaba ??de predicar sin autorización y personas que luchaban contra la confiscación de tierras por parte de funcionarios locales.
Después de haber sido arrestado, pasó los siguientes años entre la cárcel -acusado de incitar a la subversión- y el arresto domiciliario.
Durante la detención domiciliaria, los agentes construyeron una comisaría especial en el bloque de apartamentos en el que vivía la pareja para poder vigilarlos más fácilmente las 24 horas del día.
“De vez en cuando, abría las cortinas solo para ver cuántos vehículos de policía había abajo”, dijo Geng He, “y mi esposo me gritaba: ‘¿Qué estás haciendo? ¿Por qué darles la satisfacción de mirarlos?'”
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