El joven millonario y playboy que se convirtió en asesino serial después de matar a su padre

El joven millonario y playboy que se convirtió en asesino serial después de matar a su padre

Dellen parecía tenerlo todo, era el único heredero de la línea aérea canadiense MillardAir. (Contenido no licenciado)

 

Hay dos maneras de contar esta historia. Arrancar relatando cronológicamente cómo sucedieron los hechos o hacerlo a la inversa, develando cómo el último crimen destapó el anterior y así, sucesivamente, hasta llegar al primero. Vamos a elegir hacerlo de la segunda forma porque es como todos los protagonistas de este policial se fueron enterando de lo ocurrido. Aunque de ninguna manera eso podrá ayudarnos a entender qué pasó en la mente de un joven millonario que parecía tenerlo todo, pero escogió seguir al dios del mal.

Por infobae.com

La ambición como meta

Dellen Millard nació en 1985. Fue el único hijo del matrimonio constituido por el piloto Wayne Millard y la ex azafata de Air Canada, Madeleine Burns. Creció en la ciudad de Toronto y desde joven trabajó con su padre en la compañía fundada por su abuelo en los años 60. Era el único heredero de la línea aérea canadiense MillardAir.

Dellen empezó a nadar a los 2 años, poco después a leer y desde los 5, a esquiar. Era un chico precoz y con un alto coeficiente intelectual.

Sus padres se separaron en 1990, pero recién se divorciaron legalmente en 1996 cuando él tenía unos 11 años. A los 14 años marcó otro récord: se convirtió en el canadiense más joven en manejar solo un helicóptero y un aeroplano en el mismo día. Su madre estaba segura de que el futuro prometía lo mejor para su hijo.

Hacia el final del secundario empezó a mostrarse como un chico millonario y excéntrico. Andaba por los pasillos del colegio comiendo galletitas para perros; se dejó una cresta de pelo que tiñó de rosa y descubrió las drogas. Vivía de fiesta en fiesta. El dinero y la vida fácil empezaron a desviarlo del camino del esfuerzo. Fue por esta época que decidió tatuarse, en una de sus muñecas, la palabra Ambición. La elección poco romántica del mensaje de su tatuaje podría considerarse un detalle insignificante. Sin embargo, sería premonitorio.

Las pool parties que organizaba Dellen en su mansión, en el elegante suburbio de Etobicoke, en las afueras de Toronto, lo convirtieron en el amigo ideal para los amantes de la parranda. Sus compañeros iban a divertirse, a competir en los videojuegos que tenía el dueño de casa y a probar la flota de autos de lujo que había a disposición.

Playboy y heredero

Poco a poco, se convirtió en un joven playboy. Andando por el sendero de las sustancias ilegales descubrió el submundo del delito. Le gustó demasiado la adrenalina que le generaba traspasar las líneas establecidas por la sociedad.

El 29 de noviembre de 2012 ocurrió algo que marcó la vida de la familia: Wayne, con 71 años, se pegó un tiro. Lo encontró Dellen, quien ya tenía 27 años y vivía con él. El joven llamó a su madre Madeleine para contarle lo ocurrido: había encontrado a su padre ensangrentado en su cama y un arma tirada al lado. Ella se puso histérica y condujo hacia el lugar sin cortar la conversación telefónica con su hijo. Apenas llegó y vio la escena llamó al 911. Cuando arribaron las autoridades, estas encontraron temblando a Madeleine y muy tranquilo a Dellen.

El trágico hecho lo dejó como el mayor beneficiario de la fortuna familiar con más del 50 por ciento.

El día después del suicidio de su padre, Dellen Millard le contó a la policía que su progenitor había estado últimamente muy deprimido y que era alcohólico: “Llevó una gran tristeza con él durante toda la vida que yo nunca supe, nunca quiso compartir eso conmigo”.

Dos semanas más tarde, en el obituario de Wayne, él escribió en su homenaje: “Era frugal con él mismo y generoso con los otros. La única gente a la que le temía era a los racistas (…) Era paciente y terco. Admiraba a Cristo, Gandhi y Lindbergh (…) Creía que el bienestar de los animales era un esfuerzo humanitario. Era un hombre bueno en un mundo descuidado. Era mi padre”.

Dellen no lloró demasiado esa pérdida. Muy pronto sus palabras tiernas volaron con el viento. Ahora, andaba por la vida con un suculento patrimonio que incluía muchas propiedades entre las que había dos condominios (uno adquirido en esos mismos días por 650 mil dólares), un campo de 45 hectáreas, la mansión en Etobicoke y una gran variedad de autos caros, helicópteros y aviones. La fiesta, como no podía ser de otra manera, continuó. Mantenía varias novias al mismo tiempo y dejaba que sus amigotes se instalaran a su antojo en sus propiedades. Los empleados de la empresa rara vez lo veían trabajar. Dellen andaba por el carril del descontrol con los bolsillos repletos de dólares. ¿Qué más adrenalina podía ambicionar? Mucha más.

Una estúpida camioneta

Tim Bosma tenía 32 años y estaba casado con Sharlene. Ambos eran padres de una pequeña de 2 años y vivían en la ciudad de Ancaster, en Hamilton, Ontario. Como estaban necesitando efectivo decidieron vender uno de sus vehículos: una camioneta doble cabina con caja, Dodge Ram, diesel y negra. Pedirían 24 mil dólares. A Sharlene se le ocurrió publicarla en Internet. Uno de los interesados que los contactó fue Dellen Millard, quien había perdido a su padre seis meses antes. Dellen les explicó por la web que estaba interesado y que iría a probarla con un amigo.

Tim accedió y le preguntó a Sharlene si ella pensaba que debía ir con ellos en la camioneta durante el test drive. Ella le respondió convencida: “Claro, porque queremos que la camioneta regrese”. Pactaron con el posible comprador una fecha: el lunes 6 de mayo de 2013, a las 19 horas. Tim dedicó parte del domingo a encerarla para que se viera impecable. Estaba ansioso por venderla.

El lunes, el interesado y su amigo no fueron puntuales. A las 20.30 Dellen llamó a Tim, le pidió disculpas por la demora y le dijo que llegarían en breve. Sherlene pensó que era un poco tarde para probar una camioneta, pero bueno, así eran las cosas. Aprovechó esos minutos para ir a acostar a su hija y luego esperó junto a Tim.

Dellen, quien había recibido ese mismo día un préstamo de su madre por 390 mil dólares, y su amigo Mark Smich arribaron caminando a la casa de los Bosma. Dellen llegó sonriendo y mirando a los ojos. Parecía un tipo confiable y seguro. Mark, en cambio, se veía callado y retraído. Dijeron que otro amigo los había dejado con su auto y que luego los pasaría a buscar. En realidad, lo que habían hecho, era estacionar el coche en el que habían llegado, un GMC Yukon, fuera de la vista de los Bosma. Dentro de ese vehículo habían dejado a Pedo, el perro callejero que Dellen había traído desde México.

Como Dellen era quien probaría el auto, se ubicó al volante de la camioneta y su amigo Mark en el asiento trasero. Tim subió adelante, en el lugar del pasajero. Habían pasado unos minutos de las 21 horas cuando salieron a dar una vuelta.

Sharlene jamás volvería a ver a su marido.

Una hora después de que el trío partiera ella entró en pánico. La situación era extraña y quien tenía que venir a buscar a los jóvenes no había vuelto. Sharlene intentó llamar a Tim, pero la llamada iba directo al contestador automático. Probó con mensajes de texto. Tampoco obtuvo respuesta. Fue entonces a buscar a Wayne De Boer, quien era el dueño de la casa que alquilaban y vivía justo debajo de la familia. Salieron con su auto para buscarlos. Llegaron hasta un pub cercano pensando que, por ahí, Tim había querido festejar el éxito de la venta con una cerveza.

Ni un solo rastro.

Poco después, al borde de la histeria, Sharlene decidió ir hasta la policía para reportar la desaparición de su esposo. Les dio la patente de la camioneta Dodge: 726-7ZW. En el primer día de búsqueda los agentes no consiguieron nada.

El 8 de mayo Sharlene brindó una conferencia de prensa emotiva. Le rogó a los secuestradores que le devolvieran a su marido: “Es una simple camioneta, una estúpida camioneta”, lloró en cámara, “Ustedes no lo necesitan, pero yo sí. Y nuestra hija precisa a su papá”.

Un incinerador en la granja

El 9 de mayo los detectives encontraron el teléfono de Tim en un área industrial de Brantford, a 20 minutos de su casa. Era descorazonador. Los investigadores policiales también descubrieron que, dos días antes de la desaparición de Tim, otro hombre había mostrado una camioneta Dodge Ram que tenía en venta a unos jóvenes. Era un veterano de la armada israelí llamado Igor Tumanenko quien les contó que había llevado a dos sujetos a probar su vehículo el sábado 4 de mayo. Los describió en detalle y contó algo que resultó clave: uno de ellos tenía algo que le llamó la atención, un extraño tattoo en su muñeca donde se leía la palabra Ambición.

Mientras la policía daba con pistas certeras, por su parte, Dellen le pedía a un hombre llamado Tony Diciano un trabajo urgente: necesitaba que le pintara una camioneta negra de colorado.

Con la descripción de Tumanenko la policía logró llegar hasta Dellen Millard y el 11 de mayo lo arrestaron. Su madre Madeleine Burns, ya estaba en alerta con lo que pasaba. Y había visto el tráiler de su hijo en el camino de ingreso a una de sus propiedades en Kleinburg. Ella había intentado abrirlo para ver qué había dentro pero no había podido. Sus huellas estaban allí, pensó asustada, y le pidió a la novia de Dellen que fuera, por las dudas, a limpiarlas.

Al día siguiente, comenzaron los allanamientos en distintas locaciones. La policía descubrió el tráiler en Kleinburg y dentro encontraron la camioneta robada. Su interior había sido desmontado. Parecía limpia, pero el luminol (sustancia que se utiliza para ver rastros hemáticos) reveló la presencia de sangre. También hallaron rastros de pólvora y un casquillo de bala. La búsqueda en otras propiedades de los Millard continuó. En una granja, en Waterloo, hallaron un gigante incinerador industrial de unos tres metros de ancho. En un costado del enorme horno se podía leer “El Eliminador”. Esa máquina había sido adquirida por Dellen el año anterior por la suma de 15.424,50 dólares. A sus intrigados amigos les había justificado la compra diciendo que iba a poner con su tío, quien era veterinario, un crematorio para animales.

La “digestión” mecánica

Los peritos forenses fueron convocados al lugar con urgencia. Examinando el aparato hallaron pequeños fragmentos de huesos y dientes. Los detectives de homicidios suponían que habían encontrado lo que quedaba de Tim. Pero el fuego y las altas temperaturas podrían hacer imposible una identificación por ADN.

Por otro lado, unas imágenes analizadas de las cámaras de seguridad cercanas a un hangar de la empresa MillardAir mostraban a dos hombres entrando a la 1.33 de la madrugada del día 7 y a un perro trotando detrás. En ese hangar había estado guardada la camioneta de Tim Bosma antes de ser movida en el tráiler. Coincidentemente, esa mañana del martes 7 Dellen les había enviado un mensaje a los empleados del hangar que decía lo siguiente: “Por políticas aeroportuarias, nadie debe presentarse en el hangar hoy por ningún motivo”. El mecánico extrañado le repreguntó: “¿Yo tampoco?”. A lo que su empleador le respondió: “Tampoco. Tomate el día. Nos vemos el miércoles”.

A las 18.20 de la tarde del 7 de mayo de 2013, mientras decenas de personas buscaban a Tim Bosma, él se mensajeó con su novia Christina: “Tomé una linda siesta de cinco horas y un baño. Estoy refrescado y listo para el próximo paso de la misión: la digestión”.

El 14 de mayo, los peritos confirmaron que los restos en el incinerador pertenecían a Tim Bosma. El hombre había sido asesinado por una camioneta. El horror, entre los habitantes de la zona, fue total. Ese mismo día, Dellen Millard fue acusado por el crimen y puesto en confinamiento solitario durante 1100 días. Querían evitar que fuera atacado por los otros convictos.

Complicidad desleal

Mark Smich y Dellen Millard se habían conocido en el año 2006. Mark había abandonado el colegio y subsistía con la venta de estupefacientes. En su ficha policial tenía varias entradas a comisarías por conducir alcoholizado.

Con el millonario y malcriado Dellen pegaron onda enseguida. Los atraía lo mismo: el robo, la marginalidad, la violencia. Comenzaron a realizar lo que ellos llamaban “misiones”. Estas consistían en robar vehículos. La mayoría de las veces los terminaban quemando al costado de alguna ruta. Lo que buscaban era la adrenalina, el vértigo, no el dinero. Dellen lo tenía por montones.

Una semana después del arresto de Dellen, el 22 de mayo de 2013, Mark Smich también fue detenido y acusado de asesinato en primer grado.

Ese mismo día se estaba llevando a cabo el funeral de Tim Bosma. La hipótesis de la fiscalía era que Tim había sido asesinado en su asiento de un tiro y que los criminales se habían deshecho de su cadáver en el incinerador que había en la granja.

La novia de Smich, Marlea Meneses, dijo en el estrado que el que había disparado y asesinado a Tim había sido Dellen. Por lo menos, eso le había contado su pareja: “Él me dijo que el señor Bosma se había ido, ido… Solo me dijo que Dell lo había matado”.

Se echaban la culpa mutuamente. La cárcel demostró que la lealtad entre ellos no existía.

Estupefactos, los medios reflejaban cada día la historia del joven que lo tenía todo y había cometido un brutal crimen con la ayuda de su amigo. No pasó mucho tiempo hasta que Dellen y su cómplice, ya estando presos, fueron acusados por otro crimen. El de una ex novia de Dellen, Laura Babcock (23), a quien nadie podía hallar.

¿Podría ser cierto que el dúo hubiera cometido otro espantoso homicidio?

En el mes de abril de 2014 se les endilgó el asesinato de Laura Babcock, quien estaba desaparecida desde el año anterior a la muerte de Bosma. Más precisamente desde el 4 de julio de 2012.

De ser cierto, pensaron los detectives, Tim Bosma no había sido su primera víctima. Mientras esa investigación proseguía, la familia Bosma demandó a Dellen Millard en una corte civil por la suma de 11 millones de dólares.

La depresión de Laura

Laura Babcock era una atractiva joven, graduada en la Universidad de Toronto, hasta que en el año 2008 su destino se cruzó con el de Dellen Millard. Tuvieron un corto romance del tipo “amigos con derechos”. Laura sufría depresión y ansiedad y con la compañía de Dellen sus problemas psíquicos se aceleraron.

Un tiempo después se puso formalmente de novia con otro chico: Shawn Lerner. Estuvieron juntos 18 meses y en 2010 cortaron, pero quedaron como buenos amigos. Perder a Shawn significó para Laura volver al torbellino del que no podía salir. La depresión la acorraló. Empezó a lesionarse a sí misma, a automedicarse y a trabajar como acompañante sexual para costear el descontrol en el que vivía.

En junio de 2012, su ex Shawn Lerner la vio tan mal que decidió ayudarla: le pagó un motel para que tuviese dónde dormir y le consiguió un Ipad para que buscara trabajo y un departamento para alquilar. Laura, mientras tanto, seguía manteniendo relaciones sexuales con Dellen Millard, a pesar de que él estaba de novio con Christina Noudga (24).

Christina había descubierto que ella seguía viéndose con Dellen, y estaba enloquecida de celos. Discutieron y Laura le envió unos mensajes burlones. Christina quería venganza. Dellen, para calmar a su novia, le prometió que se ocuparía del caso. Sería de la peor manera. En un siniestro mensaje a Christina, le escribió: “Primero voy a lastimarla. Luego la haré irse. La sacaré de nuestras vidas”.

Pensar lo peor

El 24 de junio de 2012 Dellen compró un revólver Smich & Wesson calibre .32. El 3 de julio él y Laura hablaron varias veces durante la madrugada. Finalmente, ya durante el día, Laura tomó un tren hasta la estación Kipling a donde Dellen la fue a buscar. Salieron en su auto rumbo a su casa de Etobicoke. El teléfono celular de Laura fue registrado por las torres telefónicas de la zona a las 19.03. A la misma hora Dellen envió un texto a Smich: “Estoy en una misión, volveré en un hora”.

Ni Dellen ni Mark Smich usaron sus teléfonos entre las 20.25 y la medianoche de ese día.

Al principio, la familia de Laura y su ex Shawn Lerner no estuvieron muy preocupados por su ausencia. Pero pasaron los días y como ella seguía sin atender el celular, el 14 de julio, fueron a denunciar su desaparición. Sin embargo, por las características de la vida de Laura, el caso se enfrió con rapidez.

Shawn Lerner era el que más se negaba a aceptar su ausencia. Cuando pasados diez meses Shawn se enteró de que Millard había sido arrestado por un asesinato, en su cerebro se encendieron luces de alarma. Llamó a la familia de Laura y le contó sus miedos: ¿si Millard, el ex de Laura, tuviese algo que ver?, ¿si le habían hecho algo?

Fueron a hablar con la policía quien, enseguida, se mostró interesada en el asunto.

Revisando la propiedad del cómplice de Dellen, Mark Smich, en Oakville, hallaron dos cosas sumamente perturbadoras: aquel Ipad que Lerner le había dado a Laura y una mochila de la joven. Además, las últimas ocho llamadas del número de celular de Laura habían sido al móvil de Dellen.

Pésimas señales.

Crímenes y castigos

Smich y Millard ya estaban presos y se manejaban con abogados diferentes. Pero se echaban mutuamente la culpa por los dos crímenes que les habían imputado.

Durante el juicio, el jurado escuchó testimonios sobre la estrafalaria conducta del joven millonario y todos los detalles del espanto. El rompecabezas de los asesinatos se empezó a armar con cada prueba y con cada testimonio.

En el celular de Dellen había una foto del 4 de julio de 2012, tomada a las 14.40, que resultó más que sugestiva para los detectives: se veía a su perro sentado al lado de un objeto grande y largo, envuelto en una sucia lona azul. El gps mostraba que la foto se había tomado cerca de Waterloo, donde habían encontrado el incinerador. Podía ser el cuerpo de Laura.

El 5 de julio, cuarenta y ocho horas después de que Laura se esfumara de la tierra, había llegado a la propiedad de los Millard la adquisición de Dellen: el gigante incinerador animal llamado El Eliminador.

El 7 de julio a las 17.23 Marla Meneses, la novia de Mark, se había sacado selfies con el Ipad de Laura y, en el block de notas del celular de Dellen, se observaba una anotación llamativa: “Chequear olor granero”.

A las 23.16 del 23 de julio había otra foto de Mark posando frente al infernal aparato. A las 23.20, otra donde se veían dentro unas llamas y objetos que parecían ser huesos. Y, a las 23.45, un video donde se podían ver cenizas flotando en el aire.

A esto había que sumarle las búsquedas de Dellen en Google. En una, por ejemplo, indagaba: “¿qué temperatura es efectiva para una cremación?”. Algo más, estaban los tremendos mensajes de texto de Dellen a Mark: “Bbq -el barbecue- está calentándose… está a punto para la carne”. Smich le respondía: “Me gusta el BBQ. Me gusta 3500?. Con ese 3500 se estaba refiriendo a la nueva misión que tenían por delante: hallar una camioneta Dodge 3500. Recordemos que estamos en 2012 y que faltan diez meses para que ocurra el crimen de Tim Bosma.

Una de las cosas más impactantes que recolectaron fue un video donde se ve a Mark Smich rapeando algo que había escrito en la madrugada del 24 de julio. Acá va lo que decía traducido al español:

“La puta que empezó todo, todo piel y huesos,

ahora la puta descansa sobre unas cenizas,

la última vez que la vi fue fuera de su casa,

y si vas a nadar podrás encontrar su celular”.

Eran montañas de evidencia.

Además, desde la cárcel, Dellen le había escrito a su ahora ex novia Christina 65 cartas. En ellas le explicaba que tenían que asegurarse de que sus historias coincidieran y le decía lo que debía contar: que aquella noche Laura con Mark se había pasado con la cocaína. Quería apuntar a que Laura había tenido una sobredosis mortal. También le exigió que destruyera las cartas para “protegerme”. Christina Noudga no lo hizo, las dejó tiradas en el piso de su habitación. Al ser detenida, el 10 de abril de 2014, terminó pactando con los fiscales declararse culpable de obstrucción a la justicia por haberlo ayudado a destruir evidencia sobre los delitos de sus cómplices.

Cada uno jugaba su juego criminal.

Autodefensa de un asesino

Dellen ya cargaba con dos acusaciones de asesinato cuando, en octubre del 2014, los detectives le endilgaron otro homicidio: el de su propio padre. Sospechaban firmemente que no había sido un suicidio.

Fue entonces que Dellen le dijo a la corte que no podía pagar a sus abogados en los otros dos casos porque con la nueva acusación perdía el derecho a la herencia.

Además, poco después de haber sido detenido por el crimen de Bosma, había transferido gran parte de sus millones de dólares a su madre quien inmediatamente había vendido la casa de Etobicoke por un millón doscientos mil dólares.

El juez furioso le denegó el derecho a ayuda legal gratis y Millard tomó la decisión de representarse a sí mismo. Se defendió elegantemente vestido, con anteojos y en tono desafiante. Dellen Millard no parecía un asesino brutal sino un ejecutivo de una multinacional. Salvo por un detalle que no estaba a la vista: bajo el estrado sus pies tenían puestos los grilletes de los convictos.

Al padre de Laura Babcock, Clayton, le espetó: “¿Está nervioso?. Esto no debe ser fácil para usted, considerando que soy el acusado. ¿Se lo hace mucho más difícil?”. Clayton Babcock soportó el mal trago y respondió cortante: “No”.

Los amigos de Laura contaron que su vida había entrado en un escenario complejo, que sus padres habían intentado imponerle reglas y que por eso peleaban y, muchas veces, ella terminaba durmiendo en casa de amigos o clientes.

Fueron semanas en las Dellen Millard se sintió una estrella. Interrogaba testigos, familiares, amigos de su ex novia. Su perversión no tenía límites, disfrutaba el momento.

Un empleado de MillardAir, Arthur Jennings, declaró que poco después de la desaparición de Tim Bosma había observado en el hangar una camioneta como la robada y que él se había preguntado: “Oh mi Dios, ¿podría ser esta?”. Le sacó fotos y las envió al grupo Crime Stoppers para que le dijeran si podía ser la camioneta que la policía buscaba. Le dijeron que sí, pero Jennings temía a Millard y le preocupaba lo que pudiera pasarle a su propia familia.

Los fiscales estaban convencidos de que Millard y Smich le habían disparado a sus víctimas y luego habían incinerado sus cuerpos.

El 17 de junio de 2016 ambos fueron condenados por el asesinato de Tim Bosma quien habría muerto minutos después de subirse a su camioneta con ellos. El 16 de diciembre de 2017 también fueron condenados por el crimen de Laura Babcock. Dos perpetuas para ambos sin posibilidad de salir bajo palabra antes de cumplir 25 años de cárcel por cada crimen.

Faltaba más. El juicio por su padre.

Revisando el pasado

La policía estaba inquieta con el prontuario de Dellen y, en 2018, decidió investigar también aquella muerte de su progenitor en 2012 que había sido caratulada como un suicidio. Wayne Millard había muerto de un único disparo en su ojo izquierdo. Reabrieron el caso y comenzaron a hablar con amigos y colegas del empresario. Descubrieron que Wayne tenía a Dellen amenazado con cortarle los víveres si seguía con su vida disipada. Incluso, los empleados de MillardAir, la compañía de aviación familiar, admitieron que había tensiones entre padre e hijo. Wayne creía que su hijo podría arruinar el trabajo de generaciones familiares y decidió encararlo: no le daría más dinero si la cosa no cambiaba en el corto plazo y se encarrilaba.

Los detectives consiguieron pruebas. El cuerpo de Wayne no tenía pólvora en sus manos. No parecía ser un suicidio. Además, como tenían el arma que se había encontrado al lado de la cama de Wayne, la enviaron a testear. Encontraron huellas de Dellen en la empuñadura.

El joven fue sometido a juicio nuevamente. Dellen había sido quien había hallado a su padre muerto en su cama a las 18 horas del 29 de noviembre de 2012. Dijo que lo había visto vivo al atardecer del día anterior y que él se había ido, luego, a pasar la noche a lo de Mark Smich. Pero la antena de uno de sus dos celulares delató otra cosa: se había retirado de la casa de Smich a la 1 de la madrugada del 29 y había estado en la propia hasta las 6 de la mañana. ¿Qué había pasado?

Nadie le creyó la coartada que había fabricado dejando un celular y su auto en la casa de Smich.

La oveja negra

El primo de Wayne Millard, Peter Roberts, confesó a los medios: “Escuchar todo esto es enfermante”. Y recordó que Wayne era un hombre bueno, generoso y una persona deliciosa para conversar. Había sido, además, un personaje activo en políticas ambientales, había invertido dinero contra la caza de ballenas y, antes de convertirse en empresario, había sido un experto piloto de Air Canada. Su hijo Dellen había resultado muy distinto. Cruel, violento y con cero empatía.

La defensa del acusado intentó sostener que Wayne era depresivo, que tomaba abundante alcohol y que estaba muy estresado por las crisis económicas del negocio de la familia que había heredado de su padre Carl Millard en 2006.

El juez Maureen Forestell fue duro. Señaló que Dellen Millard había llevado a cabo un “asesinato planeado y deliberado”. Había matado a su padre de un tiro mientras él dormía indefenso. ¿El móvil? Heredar los millones de la empresa aérea familiar.

El 18 de diciembre de 2018, Dellen fue declarado culpable por el homicidio de su padre y sentenciado, por tercera vez, a cadena perpetua. Dellen dejó escapar unas lágrimas silenciosas al escuchar el veredicto. Lloraba por él mismo, no por sus víctimas.

Por los tres crímenes deberá estar tras las rejas un mínimo de 75 años.

Por su parte, Christina Noudga se declaró culpable por haber ayudado a la dupla homicida a deshacerse de evidencia. La joven recibió una pena reducida por haber testimoniado y solo pasó tres meses presa. Hoy vive en Polonia y estudia medicina. Amigos y familiares de las víctimas creen que la sacó demasiado barata, que es injusta semejante oportunidad para alguien que debería haber quedado presa.

Los restos de Laura Babcock nunca pudieron ser hallados. Su padre, Clayton Babcock, acompañado por su esposa, Linda, y por los padres de Tim Bosma, Hank y Mary, dijo a la prensa: “Se ha demostrado que no solo los Bosma y nosotros perdimos a un ser querido. La familia Millard debe vivir con el hecho de que este atroz individuo asesinó a su propio padre”.

En una de sus últimas entrevistas en la cárcel, con un periodista del National Post, Dellen sostuvo:

“Tuve suerte al nacer. Lo sé. Era como haberse ganado la lotería: nací en una familia con dinero. (…) Fui criado en mi pequeña familia, solo éramos yo, mamá y papá (…) No tiene sentido matar a alguien por una camioneta usada…” y siguió intentando manipular a quien lo oía contando que había sido Smich quien había disparado a Bosma por accidente. De Laura, apoyándose en la ausencia de restos, lo negó todo. Y, sobre su padre, aseguró que matarlo habría sido ridículo porque, obviamente, lo quitaba de la carrera por la herencia familiar.

De la madre de Dellen, Madeleine Burns, poco se sabe. Algunos dudan de que se hubiera tragado el suicidio de su ex. Madeleine evitó ir a los juicios y no dio reportajes, aunque siempre estuvo detrás del equipo de abogados de Dellen. Incluso, la alguna vez azafata, hizo de correo entre Christina y su hijo preso. Madeleine había criado a un demonio narcisista y manipulador, pero siempre se mantuvo de su lado.

Está claro que Dellen desperdició la oportunidad de haber nacido en una cuna de oro. Su capacidad de frustración frente al deseo y la codicia, era nula. Su padre resultaba un estorbo entre él y el dinero: lo mató. Laura se entrometía entre su él y su nueva novia Christine: la mató. Pero el asesinato de Tim demostró algo más: lo irremediable de su perversión. ¿Cuál era el motivo? ¿Solamente la búsqueda de adrenalina de dos jóvenes aburridos? El mal no siempre tiene explicación. El homicidio de Tim Bosma fue el que posibilitó que Dellen Millard fuera atrapado. De otra manera, sus dos primeros crímenes hubiesen quedado impunes y quién sabe por dónde podría andar ahora y haciendo qué. Dellen morirá en la cárcel. Recién ahí, la naturaleza se encargará de borrar para siempre esa palabra impresa en su muñeca.

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