El odio se basa en la atribución generalizada de una acción al semblante básico de un individuo. En otras palabras, el evento referencia de un incidente de antipatía y tirria puede volverse menos importante y poco significativo con el tiempo, y el carácter de la persona o grupo se convierte en la única razón de encono, resentimiento, animadversión y rencor.
Desde tiempos de colonia española -la última en América- y su independencia, hasta 1959, Cuba fue un país de injusticias sociales, pero con una mayoría poblacional llena de iniciativa y espíritu de progreso, siempre en la búsqueda de mejoras. La ciudadanía cubana fue sometida por décadas a gobiernos y políticos que saltaban, vociferando democracia, libertad; y dictadores que acababan con esas administraciones y sus regentes. Pero al mismo tiempo, hicieron de Cuba una nación líder en Latinoamérica. La levantaron a pulso, hasta ser y consolidarse como el primer productor de azúcar en el mundo, el mejor ron y sus inigualables tabacos. Eran productores, destacados, prestigiosos y altamente productivos.
Más de una generación en Venezuela estudió Historia de América, matemáticas, álgebra y otras materias con libros cubanos. Y, sin ser el mayor en población, Cuba fue el primer país en Latinoamérica con televisión primero y a color después. Los cubanos se adueñaron y encabezaron la cultura popular de Latinoamérica del Mar Caribe. No emigraban ni huían aterrorizados, viajaban por placer y turismo.
Sin embargo, llegó la desgracia, el infortunio, la desdicha; toma del poder Fidel Castro, su estulta y perversa revolución, derrotando la dictadura de Batista, que, con iniquidades, desafueros y perversidades, corrompió las entrañas de la sociedad, sumado la debilidad institucional y el grave problema ético-moral.
El país pasó de pueblo alegre, productivo y de ritmo musical conductor de lo caribeño, a territorio hambriento, atiborrado de miseria, fusilamientos y represión. Un dilema político existencial que aun sobresalta la región. Empezaron a fugarse despavoridos del basurero en el que los dirigentes socialistas comunistas y antimperialistas habían convertido aquella hermosa isla; se fueron a naciones de sus alrededores, -el más cercano Estados Unidos-, no obstante, donde llegaran, fueron educados, respetuosos, trabajadores, ciudadanos de bien, útiles y emprendedores.
De productor, el castrismo convirtió a Cuba en peor que mendicante, chulo y vividor de la Unión Soviética, de quien se dejara convencer, hasta llegar a la vergüenza de chulear a países en caída libre como Venezuela y la Rusia actual. Por eso, la visita a China, el nuevo objetivo para chupar.
Muerto Fidel, inutilizado por vejez Raúl, lo que queda entre ruinas, apagones e indigencia, fue encomendado a un hijo del motín, Miguel Díaz-Canel. Ejemplo de lo que ha sido la revuelta castro cubana. Un practicante obsesivo de pendejadas, un payaso de sandeces, gárrulo de vacíos e incoherencias, con vocabulario agraciado de charlatán, que insiste en atribuir culpa a las sanciones por el desastre que ellos mismos han generado y practicado a lo largo de más de sesenta años, que con paciencia les fueron aplicando. Por cierto, ejemplo que siguen con devoción sus alumnos chavo-maduristas.
El servil y mediocre, embutido en abrigo, bufanda que los cubanos honestos no pueden comprar, bien alimentado por ser miembro de la minoría represiva, ha viajado a Moscú a reiterar al afligido y angustiado Putin que no sólo están con él, sino que dependen de él, susurrándole al oído con la mano extendida “deme, ordene y mande, camarada”.
Los cubanos ya no entienden el odio al mundo, ni a los Estados Unidos o la Unión Europea, no son los culpables de sus privaciones y carencias consuetudinarias. Los causantes son quienes los reprimen, no tienen sensibilidad social ni poseen entereza ética de proceder. Son un engaño político, un fraude, una estafa y ellos lo saben.
@ArmandoMartini