En este artículo, presento a los lectores una apretada reseña de uno de los últimos libros de Francis Fukuyama, titulado: “El liberalismo y sus desencantados. Cómo defender y salvaguardar nuestras democracias liberales”, el cual puede ser de gran utilidad para todo aquel que tenga real interés en buscar luces que permitan comprender y sobre todo orientar ante el momento que vive la humanidad actualmente.
Lo principal y más importante de la obra que nos presenta Fukuyama, es que nos dice que el liberalismo clásico, lo que Deirdre McClosKey denomina “liberalismo humano”, se encuentra seriamente amenazado en todo el mundo, y ante esta amenaza nos conmina a que sus virtudes y su valor tiene que exponerse y ponderarse de nuevo.
Considera el autor que el liberalismo clásico “es un gran paragua bajo el que se cobija una amplia gama de posicionamientos políticos que, no obstante, coinciden en cuanto a la importancia fundamental de la igualdad de los derechos individuales, la ley y la libertad”. Sostiene que el liberalismo no sólo ha sido cuestionado en los últimos años por los populistas de derecha sino también por una renovada izquierda progresista, la crítica de este sector nace de la acusación, que considera correcta, de que las sociedades liberales no estaban a la altura de sus ideales de ofrecer un trato igualitario a todos los grupos, pero agrega inmediatamente que: “Esta crítica fue ampliándose con el tiempo, hasta atacar los principios mismos del liberalismo, como dar prioridad a los derechos individuales frente a los colectivos, la premisa de la igualdad universal entre los hombres en las que se han basado las constituciones y los derechos liberales y el valor de la libertad de expresión y el racionalismo científico como método para comprender la realidad”. Al mismo tiempo agrega que esto “ha provocado la intolerancia ante opiniones que se alejan de la ortodoxia de los progresistas y el uso de diferentes formas de poder social para imponer dicha ortodoxia”.
Fukuyama afirma que, tanto a los populistas de derecha como a los progresista de izquierda, el liberalismo actual no les desagrada a causa de una debilidad fundamental en la doctrina, sino que están descontentos por la manera en que el liberalismo ha evolucionado a lo largo de la últimas generaciones (neoliberalismo), lo que ha incrementado drásticamente la desigualdad económica y ha provocado devastadoras crisis financiera que perjudican a la gente corriente, en esto se basan los argumentos en contra del liberalismo.
Pero la orientación que nos deja esta obra y que consideramos de fundamental importancia es que: “Esas amenazas al liberalismo no son simétricas” La procedente de la derecha es más inmediata y política; la de la izquierda es fundamentalmente cultural, y, por tanto, de acción más lenta. Ambas están impulsadas por desencantos hacia el liberalismo que no tienen que ver con la esencia de la doctrina, sino más bien con la forma en que determinadas ideas liberales sensatas han sido interpretadas y llevadas al extremo”. Inmediatamente agrega Fukuyama; “La respuesta a esos desencantos no es abandonar el liberalismo como tal, sino moderarlo”.
El autor demuestra en la obra que sean cuales sean los defectos del liberalismo clásico, sigue siendo preferible a las alternativas liberales, afirmación que compartimos.
Su tesis central para desarrollar la hipótesis anterior es que “Los principios fundamentales del liberalismo han sido llevados al extremo tanto por partidos de derecha como de la izquierda, a tal punto que los propios principios han quedados desvirtuados. Una de las ideas centrales del liberalismo es su valoración y protección de la autonomía individual. Ahora bien, ese valor básico puede llevarse demasiado lejos. Para la derecha la autonomía significaba sobre todo el derecho a comprar y vender libremente, sin interferencia del Estado. Esta idea, llevada al extremo, convirtió al liberalismo económico en “neoliberalismo”…Para la izquierda, la autonomía significaba autonomía personal en relación con las decisiones y valores vitales y la oposición a las normas sociales impuestas por la sociedad circundante. En este sentido, el liberalismo empezó a erosionar su propia premisa de tolerancia a medida que evolucionaba para convertirse en la política de identidad moderna. Estas versiones extremas del liberalismo generaron una fuerte reacción en contra de éste, la cual constituye el origen de los movimientos populistas de derecha y progresistas de izquierda que amenazan hoy al liberalismo”.
En definitiva deja claro en su obra: “que el liberalismo clásico es hoy más necesario que nunca..,” y para ello nos señala seis principio liberales generales que podrían contribuir a gestionar la diferentes formas de diversidad; los señalaré de forma muy sucinta y para profundizar en ellos los invito a leer la obra: 1). El liberalismo clásico tiene que admitir la necesidad de gobierno y superar la época neoliberal. 2). Otro principio liberal es tomarse en serio el federalismo. 3). El principio general al que hay que atenerse es la necesidad de proteger la libertad de expresión. 4). La primacía de los derechos individuales sobre los de los grupos culturales. 5).Reconocimiento de que la autonomía humana no es ilimitada y 6). La moderación.
Sin duda alguna su lectura nos exhorta a los liberales a reflexionar acerca una página del compendio de los griegos clásicos, que tenían un dicho: ????? ???? (mêdén agan), que significaba nada en exceso, y consideraban la ????????? (Sophrosyne), o templanza como una de las cuatro virtudes cardinales. Concluye el autor que recuperar un sentido de la moderación tanto individual como colectivo es la clave para el resurgimiento –de hecho, para la supervivencia- del propio liberalismo.