Tenemos especial afecto por la Universidad Simón Bolívar, porque nos unimos al esfuerzo de sus profesores y estudiantes, cuando la calle reclamó la presencia vehemente de los venezolanos en defensa de la libertad hacia 2017. En adelante, nos identificamos con sus luchas en el contexto de una dura vida institucional que finalmente dio al traste, designadas por arriba las autoridades rectorales en virtud de su inequívoca afinidad política e ideológica con la usurpación.
Sartenejas ha soportado en los últimos tiempos la intervención directa del régimen, no sin levantar la indignación de la comunidad universitaria tan afectada por él. No constituye casualidad alguna, el alarmante déficit profesoral de una casa de estudios con la vocación científica y tecnológica que contrasta o contrastó en buena medida con otras casas del país, condenados al hambre y la miseria los profesores de una altísima calificación académica y de un ridículo salario que no alcanza siquiera para la gasolina del vehículo propio ni para la transportación pública.
Por motivos meramente rutinarios, como fue el de manifestar su desacuerdo en aprobar unas pasantías, como si hubiesen ofendido a las autoridades universitarias, dos profesores fueron objeto de una dizque investigación siendo destituido uno de ellos antes de cualquier fallo; y, ahora, se están sumando otros docentes. El estudiantado protestó la injusta destitución, generando la correspondiente instrucción de un expediente.
Fenómeno de una sentida, instantánea y masiva difusión, el heroico discurso de grado de la meritoria estudiante Gabriela Alvarez, cuyo egreso mismo evitó una más grave sanción, siéndole negado el acto público, se tradujo en el acento de la persecución y sanción de los directivos de la Federación de Centros Universitarios. Y, agregaríamos, humillación, porque los forzaron a suscribir una carta pública, disculpándose, constituyendo un hecho sin precedente alguno que recordemos.
Otras presuntas investigaciones se abren en la Universidad Simón Bolívar, aunque ellas deberían orientarse a denunciar al régimen que la hostiga imponiéndoles arbitrariamente un equipo rectoral y profundizando la desdicha de un modelo de país en el que no cabe la autonomía universitaria ni la libertad de cátedra. Demuelen el aula venezolana, pretendiendo que nadie lo sepa.