Que 101 de un total de 130 diputados decidan sacar de la Presidencia a alguien como Pedro Castillo, es decir, casi un 80 % del Congreso, debería ser causa suficiente y muestra de que las cosas políticas en Perú no marchan mal sino peor. El problema no comenzó con Pedro Castillo, empeoró. Y no llegó al poder por mano golpista, fue electo.
Perú viene con una compleja situación política desde hace mucho tiempo, con una economía que funciona a su aire independientemente del Gobierno y de los políticos, y una política relacionada pero no consecuencia automática de la economía.
Allá no hay como acá una dictadura con un sólido y disciplinado –dicen- partido de Gobierno y un funcionariado cívicomilitar inter-unido por la corrupción y la incompetencia, ni un diálogo entre un sistema aferrado al poder y una oposición debilitada y dividida.
Peru fue virreinato y se basó en el pasado indígena, la administración colonial española y la alta burguesía peruana se organizaron casi como una corte europea. Después de la independencia vino ese largo desenvolverse hispanoamericano entre militares que reclamaban méritos y prometían orden enfrentados entre sí, y civiles que hacían alardes de profundización democrática –cuando nació Acción Democrática en Venezuela, por ejemplo, ya existía el APRA en Perú y Haya de la Torre era una figura nacional y líder internacional. No tenían petróleo, pero tenían minas y cultura agrícola, montañas empinadas y una gran cultura indígena que ningún peruano conoció en su esplendor sino en los libros de historia.
En Perú el poder, lo que puede llamarse poder, lo tiene una minoría que podríamos llamar “blanca” (sin entrar en temática racial) y maneja la economía, y otra minoría mestiza que maneja la política. Si vamos a juzgar por el poderío y equipamiento militares, Perú es un país pobre. Las masas presentan un predominio mestizo con una presencia mas bien limitada de negros. Y por razones que desconozco, uno de los favoritos de las actuales masas migrantes venezolanas.
De esas masas mestizas, con peso indígena, han salido varios de los más recientes presidentes peruanos, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, posiblemente Martín Vizcarra, y descendientes de inmigrantes como Alberto Fujimori y Pedro Pablo Kiczinsky. Todos, por una u otra causa, han fracasado, algunos incluso han terminado en la cárcel. Esto no significa que los que puedan llamarse “blancos” lo hayan hecho mejor. Hubo alguna esperanza con Fujimori, que puso orden en un país que estaba sumido en el desorden e incluso en la barbarie asesina de una guerrilla maoísta, “Sendero Luminoso”, y con la paz vino la prosperidad, hasta que Fujimori quiso eternizarse en el poder y el mundo le cayó encima. Hoy está viejo, moribundo y preso, porque en Perú llevan a los presidentes corruptos a la cárcel. Y eso para no hablar de la corrupción sembrada por Odebrecht, y del suicidio de un expresidente y uno de los más destacados líderes políticos, Alan García, tras ser amenazado con juicio y cárcel por corrupción.
Perú es una variante y un ejemplo de la tragedia de América Latina, donde hay riquezas y potencial enorme de progreso para todos sus habitantes, y la colonia española generó y dejó pensamiento avanzado, organización administrativa y países definidos, leyes que protegían a los indios de todas las tribus e incluso a los esclavos, que no fueron un invento español sino un vicio universal de la época.
Las independencias feroces de América Latina fueron guerras por la estupidez de la corona –no de la administración- de España primero rendida ante Napoleón y después ante su propia sordidez borbónica, una carrera de necios con algunas excepciones, y hay que reconocer que las clases intelectualmente privilegiadas de Hispanoamérica quisieron inicialmente pactar con la corona española y fue ésta la que se lanzó por la guerra para perderlo todo.
No vamos a defender ni atacar aquí a la aristocracia peruana en los tiempos de José de San Martín y de Simón Bolívar, que acudió al Perú llamado por ellos, pero sí debemos destacar el enredo de ese país tal como –salvando las distancias- la Venezuela de los últimos cuarenta o cincuenta años, donde las riquezas, los pueblos, las oportunidades se han derrochado y perdido por culpa de los políticos mediocres, jefes partidistas sin noción universal.
La administración colonial española creó en su América organización, protección social y racial, universidades, intelectualidad líder social y del pensamiento. Militares convertidos en políticos, y políticos, son los responsables del retraso latinoamericano.