Es grato leer un buen libro. Mejor sabiendo que ha sido escrito por alguien cercano y a quien le sigues la pista en su fluir literario, como hacedor de la palabra poética. He terminado de leer, Del olvido y otras menudencias, (Madrid, 2022) libro de poesía de Golcar Rojas. Desde que le entrevisté, hace ya unos cuantos años al presente, su lucidez poética ha ido descubriendo un lenguaje muy cercano a la reflexión filosófica, a la visión intimista, lograda con una escritura directa, clara, concisa y cercana a la cotidianidad, a la mirada de las cosas intrascendentes y que están ahí, tan cerca de nosotros, como la vida sencillaque nos circunda.
Abandonarlo todo para entrar, despojado de toda vestimenta que sobra y acaso, estorba, en la vida de todos los días. Sentir mientras leemos, la claridad de un acontecimiento que nos estremece, nos deja en el asombro de la certeza de ser eso y nada más: despojos de la vida, simples transeúntes del presente. Olvidar el pasado y olvidar el futuro. Quedarnos en el puro instante, en este ahora que celebra el acontecimiento de lo que está vivo y fluye como ‘álamo’ que cobija “la semilla que fue”, y la ‘albahaca’ que desprende su olor para seguir existiendo. Olvidar como avatar, como demiurgo de estremecimientos que nos acercan mientras se olvidan de haber sido iniciadores, germinadores, manos que se acercaron para estrecharse en el infinito sentimiento del encuentro y la partida.
La de Rojas es una escritura poética de la despedida, donde se nombra el vacío que deja la ‘distancia’ y que colma el próximo encuentro. Trazar la huella de un inicio e ir borrándola mientras la cotidianidad, los actos banales de todos los días, nos dejan la imperceptible mirada en la memoria que enfoca, como ser fotográfico, la imagen de encuadres, ángulos, que captan eso que ha sido y continúa en nuestra memoria como registro vivo de una infinita historia.
El olvido como ejercicio de plenitud, que colma el ser para la aventura que significa el tránsito de la vida. Seguir en la vida a pesar del dolor que puede significar el cuerpo que con los años se abre a la vejez y deviene eso que nos dice el poeta: “Es necesario olvidar el cuerpo/ olvidar los tobillos los talones/ la fascia plantar/ Se trata de sobrevivir/ al cuerpo” Es tan cierto lo afirmado por Rojas, tan evidente y al mismo tiempo resulta revelador. Desde el dolor que aqueja al cuerpo por el tiempo que deteriora, poder elevarse y trascender, olvidarse de esa materia que hiere y saber que está la plenitud del presente, la ventana que abrimos para dejar entrar la bulla del día, la luz de las miradas furtivas, desconocidas, voces, rostros, pisadas que encontramos mientras disfrutamos la vida, a pesar del ahogo del tiempo que todo lo añeja.
Transcribo íntegro, porque creo haber encontrado en él, el centro y sentido del libro, uno de sus reveladores poemas: Ensoñación De los sueños también/ se encarga el olvido/ En algún momento olvidamos/ Como quien despierta/ y siente que soñó/ algo de lo que no se acuerda/ Queda solo la ensoñación/ y ya no esperamos la lotería/ apenas queremos seguir/ en paz,/ El sueño es/ una nevera provista/ una cama cómoda/ un techo Un hogar/ Limpiar la casa los domingos/ se convierte en alegría/ Olvidamos los sueños de grandeza/ de fama y fortuna/ comprendemos que no fueron/ más que sueños/ que se sueñan y se olvidan.
Hacer de la cotidianidad su ‘trascendencia’ ha sido tema de poetas y pensadores. María Mercedes Carranza me viene a la memoria; pero en Rojas lo cotidiano adquiere matices únicos, tan personales que se vuelven de un estilo original, con una lucidez que logra construir imágenes donde olores, sabores y saberes, otorgan plenitud a una lectura que no deseamos que termine. Las imágenes se van amontonando mientras leemos, hay un ‘vibrato’ que se siente y deja una sensación de nostalgia por un ‘tiempo/espacio’ que es irrecuperable y al mismo tiempo, sabemos que ha sido atravesado, pisado y solo el ‘olvido’ logra sanar. Esta aparente contradicción es movimiento, línea de tiempo que sigue una ruta que será, también ella, olvidada por el poeta.
¿Sana el olvido? Cada lector encontrará en estos poemas su particular respuesta. Cada poema es una voz que se nutre en su cadenciosa enunciación. Dice de sí mismo y a la vez, alimenta su propio olvido. Y es que el olvido se muestra desde su propia piel, porque es carne y es sangre de un cuerpo mayor. Por eso el poeta lo declara: “El peor olvido/ es el de la piel.” Es entonces, una poética de la alegría, pero también del dolor sentido en el cuerpo. Una poesía que acompaña al hombre en su propia soledad, en la celebración de los actos más intrascendentes y en la plenitud amorosa, su pasión de odiar y bendecir, para luego olvidar.
Grata lectura ésta la de una escritura poética, que nos ofrece Golcar Rojas. Limpia, plena. Una voz poética densa, construida en la aventura de su vida que celebramos, y de su libro, que recomendamos.
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