Un sueño de la física contemporánea ha sido descubrir una fuente de energía que reúna las condiciones de ser inagotable, limpia, segura y económica. Los físicos nucleares lo han añorado casi como la quimera de aquellos alquimistas del siglo XII de convertir metales vulgares en oro puro. La magia está lejana aún, pero luego de unas seis décadas de investigación, esta semana se acaba de dar un paso crucial que revela que este anhelo es factible. El nombre del proceso: Fusión, distinto de Fisión que es la tecnología que nutre de energía a las actuales plantas nucleares.
Se trata de un episodio que acerca la ciencia-ficción a la realidad, un hecho de ruptura científica. El fenómeno, muy complejo, nos atrevemos en nuestro léxico indocto a narrarlo como el bombardeo de isótopos de hidrógeno que, en un proceso de fusión, a inimaginables temperaturas, se convierten en Helio para liberar un estallido de energía limpia. Se entiende como recrear en la tierra el mismo proceso que alimenta de energía a nuestro astro rey, para transmitir su luz y calor al sistema solar. Como indicador del éxito de esta prueba, por primera vez la fusión nuclear ha obtenido más energía que la consumida. Este hito se ha logrado en el Lawrence Livermore National Laboratory de California.
Es un hecho propio de esta era del conocimiento, del humano cada vez más atrevido en eso de jugar al Dios como lo evidencian los avances incontenibles en inteligencia artificial, biotecnología y robótica. Quedan aún muchas barreras por superar para que este experimento llegue a escalas de utilidad para la humanidad. La esperanza es que se desarrolle y venga en auxilio del globo terráqueo a tiempo, como un factor para contener el ya grave deterioro climático. Y ojalá lo bélico no compita por los recursos que demanda este proyecto de beneficio para todo el planeta.