Carmen Piñero, de 90 años, es una de los pocos habitantes que decidió montar un árbol de Navidad en Las Tejerías, la ciudad en Venezuela que hace dos meses fue devastada por un aluvión que dejó 54 muertos.
Por Nicole Kolster / vozdeamerica.com
Es un pino pequeño, de plástico, que sostiene con una mano, como un trofeo. Piñero, que sobrevivió el deslave, lo adornó con retazos de un papel para regalos brillante, con el que su familia había forrado una puerta para su cumpleaños.
“No vamos a perder la fe, vamos a creer en Dios”, dice Piñero, de cabello blanco y tono suave, esperanzador, a la Voz de América .
Las Tejerías, en el estado Aragua (centro-norte del país), fue arrasado por el desbordamiento simultáneo de ríos y quebradas, que causaron un corrimiento de tierra el 8 de octubre de este año. La emergencia fue considerada el peor desastre natural registrado en el país en dos décadas.
El frenesí de los primeros días se ha vuelto silencio. Quedan algunos militares, policías, pero nada como la masiva movilización inicial de rescate.
En esta otrora población industrial el ambiente es desolador, sin mucho más color que el marrón predominante del barro seco en el suelo y en los esqueletos de las viviendas que fueron destruidas y hoy están llenas de maleza.
Hay muebles rasgados, neveras o lavadoras dañadas en algunas vías, que ya fueron despejadas. En grandes terrenos vacíos, donde antes había casas, ahora hay carteles con los datos de los propietarios: nombre, teléfono y cédula, que esperan por una vivienda.
El presidente Nicolás Maduro ha prometido construir nuevas viviendas para las familias afectadas. “Tenemos que cumplirles y entregarles su techo seguro con su propiedad y seguridad”, dijo el 12 de diciembre en una alocución por el canal VTV.
Cuadrillas del gobierno han conducido censos para registrar las necesidades, pero la espera es larga, y algunos vecinos denuncian haber sido excluidos.
Mardelys Ruiz lo perdió todo y dice ser una de ellas. Saca una hoja impresa en colores con la imagen de la que fue su casa. “Quedó la reja nada más”, dice uno de sus pequeños nietos con voz inocente, repitiendo lo que escucha.
“No me han tomado en cuenta para ese censo”, asegura la mujer de 51 años. “Le pido a mi presidente Maduro que me ayude, porque fueron dos casas que yo perdí, la de mi hija y la mía, y fueron siete personas que andamos en la calle, no tenemos donde vivir”.
Ruiz y sus nietos duermen en casa de amigos o refugios y comen gracias a colaboraciones que reciben.
Y a días de las fiestas decembrinas, el ánimo es bajo.
“¿Qué navidad podemos tener nosotros con esta tristeza?”, se pregunta Ruiz, sentada con los nietos, de 4 y 3 años, en una pila de escombros. “Estamos sobreviviendo aquí”.
“Nosotros no tenemos navidad”, insiste. “Será recibir el año con lágrimas en los ojos. ¿Quién va a tener navidad sin casa?”, cuestionó.
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Pero Piñero insiste en tener gratitud.
“¡Estamos vivos!”, celebra la anciana, que no perdió su casa, y tiene pensado hacer hallacas, el tradicional plato navideño venezolano.
Y no puede haber navidad sin árbol. “Me ponía arriba de la cama a hacer mi arbolito. Nadie me ayudaba y lo hice. Estuve como cuatro noches haciendo mi arbolito y entusiasmada, porque yo quería un arbolito”.
Tanto fue el entusiasmo que su familia se esforzó para comprar uno, que ahora luce en el porche de su casa, que quedó en pie.
“Todo el mundo está desilusionado, o estamos”, dice… “Bueno, yo no”.