El sorteo extraordinario de la lotería repartió este jueves millones de euros en premios por España, en una tradición de más de dos siglos previa a las fiestas de Navidad en el país.
Como cada 22 de diciembre, el sorteo que se celebra en un teatro en Madrid mantuvo pendiente de los números de la suerte a mucha gente, con la esperanza de que esta vez sí tocara el premio mayor, conocido popularmente como el Gordo.
O al menos alguno de los algo más de 1.800 premios que se reparten con distintas cuantías, por un total de 2.520 millones de euros.
El Gordo, que premia con 400.000 euros cada boleto de 20 euros jugado, fue este año para el número 05.490, el agraciado con el premio grande que todos anhelan entre los 99.999 números que se sortean.
El número había sido vendido en buena parte del país, donde se fueron sucediendo las anécdotas que acompañan cada año al sorteo desde que comienzan a moverse los dos grandes bombos que contienen unas bolas con los números y otras con los premios, en un escenario ante el que parte del público acude con cualquier variedad de disfraces.
Perla, una mujer de origen peruano que estaba en el Teatro Real en Madrid, descubrió emocionada que uno de los 95 décimos o boletos que jugaba era el 05.490, con el que ganó 328.000, pues los otros 72.000 son para la Hacienda española.
Un montón de dinero que destinará a comprar una casa, según relató tras mostrar el boleto premiado entre aplausos del público.
“Mis padres están en el cielo, soñé con ellos y me aconsejaron que comprara, y compré 95 décimos” de distintos números, explicó.
Desde una pequeña localidad gallega donde cayeron unos 180 millones de euros del Gordo, a una familia vasca que cada año juega a ese número y a la que tocaron 4,4 millones, el Gordo repartió la suerte por distintas regiones del país, con boletos como los vendidos por un club de atletismo, premiados con casi 138 millones, en bares o en un puesto de venta en una estación trenes de Madrid.
Entre el sinfín de historias personales entre los afortunados estuvo la de Ibrahim Kanté, un inmigrante gambiano que llegó a Europa hace cinco años arriesgando su vida durante diez días en alta mar en una de las precarias embarcaciones que cruzan el Mediterráneo desde África en busca de una vida mejor.
Nunca antes había comprado un décimo, “era la primera vez”, y se interesó al ver que otra gente se acercaba a un punto de venta en la localidad catalana de Olot a comprar algo que no sabía del todo qué era, según relató.
Le explicaron “que era lotería”, en qué consistía y decidió probar suerte, aunque no estaba seguro ni de cómo funcionaba el sorteo.
EFE