Cada vez más ucranianos, en su mayoría de religión ortodoxa, celebran la Navidad el 25 de diciembre en lugar del 7 de enero para intentar desvincular sus tradiciones de las de Rusia, a la par que hacen un esfuerzo por crear una atmósfera festiva pese a los apagones y los ataques.
“Es la primera vez que celebramos la Navidad hoy. Lo hacemos para librarnos del pasado común que teníamos con los rusos”, dice a EFE Olga Senyk, residente en la ciudad de Leópolis, al oeste del país.
Explica que sus antepasados solían ya solían celebrar la Navidad el 25 de diciembre, antes de que a principios del turbulento siglo XX por complejas razones políticas se produjese una discrepancia de dos semanas entre el calendario eclesiástico y el civil.
Según una encuesta realizada en noviembre por el instituto sociológico “Rating”, el 44 % de los ucranianos preferiría celebrar la natividad en diciembre en lugar de dos semanas después, mientras que el 31 % se opone al cambio.
La Iglesia ortodoxa de Ucrania ha permitido ya a sus parroquias decantarse por la fecha de diciembre y ha acordado con la Iglesia greco-católica ucraniana la creación de una comisión conjunta para unificar sus calendarios religiosos y plantearse su alineación con el que usa la cristiandad occidental.
Olga señala que para ella era importante mantener las tradiciones y que por ello ha cocinado con sus hijos los típicos platos de Navidad, pero matiza que “por motivos obvios, este año no hay una atmósfera festiva”.
Normalmente, las calles de Leópolis estaban abarrotadas en esta época del año, en la que en los puestos de los mercadillos de Navidad solían servir vino caliente y dulces a los miles de transeúntes, muchos de los cuales acudían a visitar la ciudad medieval desde otros centros urbanos como Kiev, Odesa (sur) o Járkov (norte).
Este año, sin embargo, las alarmas antiaéreas sonaron por la mañana durante dos horas, alertando de la presencia de aviones bombarderos rusos dispuestos a lanzar otra vez misiles.
Ayer, cuando muchos ucranianos celebraban la Nochebuena, las fuerzas rusas atacaron ocho regiones del país y causaron la muerte de 17 civiles, la mayoría de ellos en la región de Jersón (sur), hiriendo a otros 70.
En Leópolis los mercadillos de Navidad este año brillan por su ausencia, reemplazados por paneles conmemorativos con biografías de soldados caídos. Delante del ayuntamiento hay un pequeño belén y no se escucha música alta, y, aunque hay algunas personas por las calles, la mayoría aparentan ser vendedores ambulantes.
Aquí y allá se ven uniformes militares, pues algunos soldados con breves permisos han acudido a visitar a sus familias antes del regresar al frente, y también puede observarse a jóvenes que caminan con muletas, a algunos de los cuales les faltan parte de sus miembros.
La temperatura es de unos nueve grados centígrados y la nieve se ha derretido. Está lloviendo pero nadie se queja, ya que se agradece que haga menos frío en el interior de las viviendas cuando se interrumpe el suministro eléctrico.
A pesar de todo, muchas ventanas están decoradas y las tiendas que venden regalos están ocupadas con una multitud de clientes que compran piezas de cerámica y juguetes con mensajes patrióticos.
Delante de la Ópera, las autoridades han instalado tras largas deliberaciones un árbol de Navidad, sin iluminación exuberante debido a la necesidad de ahorrar electricidad, después de que el alcalde, Andriy Sadovyi, argumentara que era preciso hacerlo por los niños, para que “su infancia no les fuera robada por completo”.
De forma inevitable, los pensamientos de muchos ucranianos están en estas fechas con sus allegados que permanecen en los territorios ocupados por Rusia, han huido al extranjero o celebran la Navidad en las trincheras, ya que las hostilidades continúan incesantes a lo largo del frente.
“Gracias, nuestros defensores inquebrantables. ¡Feliz Navidad!”, escribió Olga en sus redes sociales, junto con varias fotos de soldados ucranianos celebrando una cena de Navidad en el frente. EFE