Nadie olvida en Banda Aceh, zona cero del tsunami de 2004, pero aún menos los vecinos del barrio de Lampulo, donde las olas arrastraron un barco que en el que se refugiaron decenas de personas, que lograron así salvar la vida.
La embarcación continúa sobre los tejados de las casas, como símbolo a la vez de la salvación y la tragedia.
En el decimoctavo aniversario del desastre que segó la vida de al menos 280.000 personas en varios países bañados por el Índico, en la provincia indonesia de Aceh, donde se calculan unas 167.000 víctimas mortales, se atiende a rezos y se visitan camposantos.
En Lampulo, un barco pesquero de 25 metros de largo sirvió para que 59 personas sobrevivieran al subir a la embarcación, después de que el mar la arrastrase más de un kilómetro tierra adentro hasta quedar varada sobre las casas aquel 26 de diciembre.
Un barco salvador
Una de las vecinas que tiene una tienda frente al pesquero, Fauziah Basyariah, recuerda la llegada del seísmo, las olas sucesivas que alcanzaron los 30 metros de alto y la aparición milagrosa del barco, el único que se ha mantenido como monumento y atracción turística de los cerca de 15 que encallaron en el barrio.
Tras el terremoto de magnitud 9,3, la vendedora indonesia salió de su casa junto a sus cinco hijos, uno de cinco meses, y al llegar el tsunami media hora después, corrió a refugiarse en una vivienda que se mantenía en pie.
“Tras la segunda gran ola llegó este barco. En aquel momento, quedamos atrapados en el ático, estábamos casi pegados al techo, el agua estaba alta y yo intentaba salvar a mi bebe”, dice Basyariah, de 50 años.
La mujer indonesia, que perdió a su marido y nueve familiares aquel día, cuenta que sus hijos varones abrieron un agujero en el tejado de la casa y desde allí accedieron al pesquero, donde estuvieron a salvo hasta que el agua retrocedió.
Otra de las vecinas, Nilawati Mak Nong, no tuvo la suerte de poder acceder al barco, y la primera ola le alcanzó cuando intentaba escapar en el automóvil de un conocido junto a su madre y su tercer hijo, Ihsan.
“Mientras luchaba por mantenerme a flote, vi a mis otros dos hijos, les apreté fuerte y nos agarramos a un cocotero, en ese árbol estábamos junto a otras diez personas”, indica Mak Nong mientras varios residentes escuchan su relato.
EFE