El campo de la medicina hoy se encuentra en una situación privilegiada a comparación de hace diez, cincuenta, cien o, por supuesto, miles de años atrás. Lo que hoy se hace de manera sencilla y hasta rutinaria hace mucho tiempo podía poner en riesgo la salud de un paciente. Hoy haremos un recuento de algunos de los tratamientos médicos más peligrosos de la antigüedad con el objetivo de conocer cómo la medicina ha evolucionado a pasos agigantados.
Por: Muy interesante
Fumigaciones con azufre para eliminar la infertilidad femenina
Los antiguos griegos tenían la creencia de que el útero era un ser independiente. Si las mujeres no tenían hijos a edades tempranas, corrían el riesgo de que su útero vagara por su organismo. Esto provocaría en ellas infertilidad y afecciones más graves, como convulsiones o asfixia.
A través de baños calientes y masajes, los médicos griegos intentaban recolocar el útero errante en su lugar original. Si esto ni surtía efecto, entonces elegían un tratamiento más agresivo: fumigar la cabeza de la paciente con azufre mientras frotaban sus muslos con fragancias de olor dulce.
Esto se hacía bajo la siguiente lógica: el mal olor del azufre haría que el útero volviera a bajar al lugar correcto, atraído también por el olor dulzón de los muslos de la paciente.
Polvos de momia y otras medicinas de cadáveres
Los restos de cadáveres se han visto desde tiempos inmemoriales como buenas fuentes medicinales. Por ejemplo, durante el siglo XII, el “polvo de momia” se fabricaba a partir de restos momificados triturados que se robaban de Egipto y se utilizaban para crear diversos medicamentos.
Otros ejemplos son las “gotas del rey”, una bebida alcohólica que contenía trozos triturados de cráneo humano. En la Roma del tiempo de los gladiadores se usaba la sangre de estos luchadores que morían en combate para tratar enfermedades como la epilepsia.
Mascarillas de excremento para problemas de la piel
En el antiguo Egipto se creía que el excremento podía ayudar a mejorar problemas cutáneos. Por ello se preparaban cataplasmas que se colocaban sobre heridas para sanarlas. Por su parte, los antiguos médicos egipcios utilizaban heces humanas y de animales para elaborar bálsamos y ungüentos para curar dolencias tópicas. Las heces de perros, gacelas e incluso moscas se usaban para elaborar ungüentos con los que se ahuyentaban a los malos espíritus.
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