Las muy comprensibles – deseables- manifestaciones de los trabajadores educativos, de salud, de la administración pública o de las empresas básicas o del petróleo, desde luego que están respaldadas por los partidos políticos opositores. Allí hay que destacar algunas contradicciones llenas de mitos o pruritos que debemos superar de una buena vez. Los marchistas en la calle tienen la unidad como consigna indispensable en estos momentos. Como resulta lógico. Por otra parte, además de la unificación de fuerzas contra el régimen, está el discurso de la incorporación paulatina de toda la sociedad venezolana. No nos caigamos a embustes. Los partidos surgen de la sociedad, ¿si no de donde? ¿Unidad laboral sin partidos? Eso no existe.
De tal modo que, por supuesto debe consolidarse una mayor unidad con un solo objetivo contra el despotismo opresor, contra la tiranía de Nicolás Maduro y sus congéneres, desde luego que debe concitarse una incorporación paulatina y cuanto antes mejor de toda la sociedad a los muy legítimos reclamos laborales: estudiantes, amas de casa, comerciantes, empresas privadas, vecinos, todos los modos en que la sociedad esta organizada deben sumar esfuerzos en esta lucha, porque a nadie le conviene el creciente deterioro educativo, el deterioro de la empresa pública o el de la salud, o el de la producción de aluminio o petróleo. Pero los fantasmas acerca de que no caben en esta lucha los partidos políticos resultan indebidamente excluyentes. En este momento todo suma. Además de que muchos de los líderes gremiales, sindicales pertenecemos a partidos políticos, porque allí es donde se decanta finalmente la lucha por el poder en todos sus niveles.
El gesto romántico de la pureza de la lucha no le hace bien a nadie. Parece más bien una conveniencia del régimen del terror esta separación que incrementa la supuesta apoliticidad de alguna lucha social reivindicativa. La separación conviene al régimen, en palabras de Maquiavelo que debemos ver a profundidad en estos momentos. Ahora que en esta película de la serie el protagonismo lo tienen los trabajadores y sus líderes, es indudable, los demás son respaldos indispensables y a veces hasta más que un simple respaldo, porque el mismo derecho que tengo como educador a reclamar por una educación de calidad, una universidad en crecimiento, o una escuela o un liceo, lo tiene la señora que envía a su hijo al colegio, esa que no posee mayor grado de formación académica o ninguna. Es también su derecho la educación de ella, de sus hijos, de sus vecinos, de todos los ciudadanos. Excluir resulta matador. Y eso, ¿a quien conviene?
¿Habrá, por ejemplo un partido político exclusivo de trabajadores y obreros? Eso es posible. Bueno, pues, aquellos que hoy desprecian a los partidos y abonan a la apoliticidad indeseada, pueden organizar su partido laboral o laborista y secundar los logros de Lech Walesa, por ejemplo. ¿Es eso lo que está planteado? Magnífico. Pero tachar a toda la oposición organizada en partidos es una temeridad indeseable. Incluso constituido un partido laborista donde solo participen trabajadores y obreros, por ejemplo, deberá entenderse, compartir criterios y entablar alianzas con los otros. Bienvenidos los partidos organizados con sus banderas y sus apoyos a la lucha de los trabajadores. Dejemos ya el insano resquemor con los partidos que de nada nos sirve. Pasemos la página. Porque los partidos están hechos de ciudadanos con ideales particulares, no de seres de otras galaxias. Unidad, incorporación sin segregación. Al momento de votar o de participar en un partido u otro otra cosa es. Adelante todos.