Iba a ser una breve jornada de pesca, a metros de la costa y a la vista de todos. “Tiramos unas líneas un ratito y vuelvo a hacer el asado”, le había prometido Antonio Manuel “Tony” Meza a su mujer, que ese día pensaba celebrar, como todos los veranos, su cumpleaños en Monte Hermoso.
Por: Clarín
El disfrute de la media tarde del viernes 6, a pleno sol y con el mar planchado, fue alejando de la orilla a su kayak, al que había invitado a Raúl Alejandro “Pato” Villegas, amigo también de su suegro, que llegó ese mismo día al balneario desde Santa Rosa, en Argentina. En esa lejanía y ya sin otros pescadores a la vista, la rotura de un tapón en la proa de la embarcación los puso en serio riesgo. “Apenas empezamos a remar, el kayak se dio vuelta. Queríamos avanzar y nos tiraba”, inicia Pato el relato.
“Había entrado agua como unas dos horas y ya era tarde para volver”, aporta Tony del momento en que se encendió la primera alarma. “Hacíamos señas hacia la zona de La Olla, de donde habíamos salido a las 4 de la tarde, pero nadie nos veía”, agrega.
La falta de respuestas y la carencia de elementos básicos para comunicarse (habían coincidido en dejar sus teléfonos y la linterna en su camioneta) terminó por conformar un panorama de emergencia extrema. Y los impulsó a actuar.
Con el telgopor donde llevaban líneas y un papel film, lograron tapar el hueco. “Pero al rato, se volvía a llenar y teníamos que bajar para vaciarlo, lentamente, ya que estaba a tope”, cuenta Tony. ¿Cómo se sostenían? “Yo crucé los remos y los até para poder colgarnos de ellos. Nos íbamos rotando”, aporta Pato. Así y aferrados a una soga de vida cuando sacaban el agua del bote, se mantenían a flote. Mientras el “bravo” oleaje, los obligaba a estar atentos y el día se iba apagando.
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