“La contaminación plástica plantea una amenaza límite planetaria. La mala gestión de los residuos ha llevado a la acumulación de plásticos y sus productos de meteorización en casi cualquier entorno. Esta exposición a escala planetaria no es fácilmente reversible y amenaza con interrumpir los procesos vitales del sistema terrestre”. Tal es la introducción de un ensayo sobre contaminación marina publicado recientemente por investigadores de los Países Bajos.
Por Infobae
Es que se estima que entre el 1,7 y el 4,6 % de los desechos plásticos mundiales terminan en el océano, lo que da como resultado una acumulación total de 117 a 320 millones de toneladas de plástico en el mar.
De allí la relevancia del reciente hallazgo: investigadores del Instituto Real de los Países Bajos para la Investigación del Mar revelaron que “la bacteria Rhodococcus ruber come y digiere plástico”.
Así lo demostró en experimentos de laboratorio la estudiante de doctorado Maaike Goudriaan de dicho instituto, quien basada en un estudio modelo con plástico en agua de mar artificial en el laboratorio, calculó que las bacterias pueden descomponer alrededor del 1% del plástico alimentado por año en CO2 y otras sustancias inofensivas.
Pese a lo novedoso del hallazgo, para ella, “esto ciertamente no es una solución al problema de la sopa de plástico en los océanos, aunque es otra parte de la respuesta a la pregunta de dónde se ha ido todo el ‘plástico faltante’ en los océanos”.
Para el trabajo, Goudriaan hizo fabricar un plástico especialmente para estos experimentos con una forma distinta de carbono. Cuando alimentó a las bacterias con ese plástico después del pretratamiento con “luz solar”, una lámpara UV, en una botella de agua de mar simulada, vio que esa versión especial de carbono aparecía como CO2 sobre el agua.
La investigadora explicó que “el tratamiento con luz ultravioleta era necesario porque ya se sabe que la luz solar descompone parcialmente el plástico en trozos pequeños para las bacterias”. Y amplió: “Esta es la primera vez que demostramos de esta manera que las bacterias realmente digieren plástico en CO2 y otras moléculas. Ya se sabía que la bacteria Rhodococcus ruber puede formar una denominada biopelícula sobre el plástico en la naturaleza. También se había medido que el plástico desaparece debajo de ese biofilm. Pero ahora hemos demostrado realmente que las bacterias realmente digieren el plástico”.
Sin embargo, si bien la microbióloga marina está muy entusiasmada con las bacterias que comen plástico, reconoció que la digestión microbiana no es una solución al enorme problema de todo el plástico que flota en los océanos. “Estos experimentos son principalmente una prueba de principio. Lo veo como una pieza del rompecabezas, en el tema de dónde se queda todo el plástico que desaparece en los océanos -analizó-. Si intentamos rastrear todos nuestros desechos, se pierde mucho plástico. La digestión por bacterias posiblemente podría proporcionar parte de la explicación”.
En la misma línea, recientemente, la colega de Goudriaan, Annalisa Delre, publicó un artículo sobre cómo la luz del sol descompone los plásticos en la superficie del océano. El microplástico flotante se descompone en partículas nanoplásticas invisibles cada vez más pequeñas que se esparcen por toda la columna de agua, pero también en compuestos que las bacterias pueden descomponer por completo.
Los microplásticos son pequeñas piezas de plástico de menos de 0,2 pulgadas (5 mm) de diámetro, que suelen producirse como desprendimiento o residuo de materiales desechados sin el correcto tratamiento, algunos son tan pequeños que pueden encontrarse con diámetros de 0,0007 mm. Esto provoca que puedan ingresar al cuerpo de humanos o animales a través de la inhalación de partículas en el aire o la ingestión, ya sea en alimentos o envases de plástico, vajilla y cubiertos.
Para averiguar cómo estas sustancias contaminantes terminan en los océanos, investigadores de la Universidad de East Anglia analizaron cuál es el rol del viento en el transporte de estas partículas.
El estudio, que fue publicado en Nature Reviews Earth & Environment, fue dirigido por la doctora Deonie Allen y el doctor Steve Allen, de la Universidad de Strathclyde, y contó con la recolección de muestras de microplásticos tanto en el aire, como en el mar y el hielo, durante una expedición al Ártico, en 2021.
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