Una reducción de condena de entre 60 y 365 días a cambio de un riñón, una sección del hígado o una extracción de médula ósea. El proyecto de ley que la Cámara de Representantes del Estado de Massachusetts intenta sacar adelante plantea un hondo debate bioético. ¿Es legítimo sacar partido de un órgano? ¿Cabe renunciar a uno por afán mercantilista, en este caso la compra de algunos días de libertad? La respuesta, si la hubiere, puede afectar al destino de los 6.000 reclusos en las cárceles del liberal Estado de la Bahía, como se conoce a Massachusetts, y por extensión al resto de la población reclusa de EE UU.
Por El País
El proyecto de ley ha sido patrocinado por legisladores demócratas. Enfrente tienen a no pocos activistas de derechos humanos, que rechazan de plano la propuesta. Michael Cox, director ejecutivo de la organización para la abolición de las prisiones Black and Pink Massachusetts, ha calificado la medida de “poco ética y depravada”. “Incentivar la venta de partes de tu cuerpo a cambio del bien más preciado del mundo es simplemente espantoso”, ha dicho Cox en declaraciones recogidas por el diario digital Boston.com. El comité de ética de la red nacional de trasplantes de EE UU (UNOS, en sus siglas en inglés), constituida como asociación sin ánimo de lucro, ha criticado también este tipo de iniciativas. “Cualquier ley o propuesta que permita a una persona intercambiar un órgano por una reducción de condena plantea numerosos problemas”, dice una declaración oficial publicada en su web.
Si la libertad, como subraya el activista Cox, es el bien supremo, ¿qué es la salud, en un país que la trata como una mercancía? En el Estado de Nueva York, desde finales del año pasado, los donantes vivos reciben una ayuda de 10.000 dólares en concepto de reembolso de los gastos hospitalarios derivados de la intervención. Es el primer programa estatal del país que permite retribuir a los particulares el coste de donar un riñón o un hígado. “Los donantes vivos de órganos son verdaderos héroes, y con esta legislación estamos dando pasos significativos para apoyar su sacrificio y salvar vidas”, señaló la gobernadora, Kathy Hochul, al rubricar la ley.
La pionera legislación neoyorquina tiene un porqué: es uno de los Estados a la cola en número de donaciones. A finales de diciembre, cuando se adoptó la ley, había 8.569 personas en lista de espera para un trasplante, de las cuales 7.234 necesitaban un riñón. Una tendencia extrapolable al resto del país, según la red nacional de trasplantes: EE UU solo alcanzó el año pasado el millón de trasplantes, “un acontecimiento histórico” según la organización, pero más que relativo en una población total que supera los 330 millones de habitantes. Según UNOS, algo más de 104.000 estadounidenses están hoy a la espera de un órgano. Entre enero y diciembre de 2022, los procedentes de 21.368 donantes (vivos y muertos) posibilitaron 42.888 trasplantes. En el mismo periodo, hubo más de 6.400 operaciones de donante vivo, una modalidad que se ha visto afectada por la pandemia y en la que frente a una mayoría de riñones, se cuentan cada vez más donantes de un segmento del hígado, un órgano que se regenera fácilmente.
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