Lo que supo ser un túnel de ferrocarril a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX se transformó en los últimos años en uno de los desafíos más exigentes que los ultramaratonistas pueden afrontar. Es que gracias a la idea de Mark Cockbain, el Combe Down Tunnel es ahora el escenario de la carrera más oscura y tenebrosa del mundo.
Por infobae.com
Este atleta inglés vio lo que nadie cuando viajó hacia el pueblo de Combe Down, al sur de Bristol, y se encontró con un túnel peatonal que solía ser parte del trayecto del tren que conectaba esa ciudad con Bournemouth. Al transitarlo, imaginó que aquellos 1.672 metros de largo podrían convertirse en la prueba que necesitaba.
“Quería crear la forma más pura de ultrarunning sin distracciones. Privación sensorial. Decidí que la oscuridad y la monotonía serían la respuesta. Busqué túneles adecuados y encontré uno”, comentó en diálogo con Infobae, desde Inglaterra, el hombre que ha participado en más de 100 ultramaratones en todo el planeta y que se retiró en 2012 por un problema en la rodilla.
Este tipo de carreras fueron diseñadas para aquellos que buscan algo más que los 42,195 kilómetros que cubren las maratones tradicionales. Por eso, no solo constan de mayor distancia, sino además muchas veces de un Factor X, es así que muchas de ellas se celebran en las montañas, el desierto o las junglas, en donde el clima juega un rol fundamental en el físico y la mente de los runners.
En Ultra Tunnel, las reglas son sencillas: los participantes deben recorrer 200 millas (322 kilómetros) dentro del túnel, es decir que deben hacer 200 veces la extensión del Combe Down Tunnel (100 en una dirección y 100 en otra). El tiempo límite es de 55 horas y, además, a las 27 horas y 30 minutos quedan eliminados todos los que no hayan alcanzado la mitad del trayecto.
A su vez, está prohibido el uso de bastones y auriculares, aunque sí se permite la utilización de linternas, para evitar accidentes: “La privación sensorial (y la seguridad) es el objetivo”, explicó Cockbain al dejar en claro que esta carrera busca además una conexión interna en cada competidor: “Todo está dirigido hacia adentro, hacia el corredor. Tendrán que superar la monotonía y una lucha interna que no se puede aliviar con distracciones/escenografía. Deben ser mentalmente fuertes”. Obviamente, la prueba es tan exigente que no cualquiera puede anotarse, sino que solo son admitidos aquellos que ya han completado ultramaratones de 160 kilómetros o más.
Para tener noción, la primera vez sólo dos atletas pudieron superar la prueba y en la última fueron apenas 14 de 41 los que lo consiguieron. “Esto no me sorprende. Era lo que esperaba. 48-50 horas es un buen tiempo para 200 millas en una pista. Entonces agregué oscuridad y se volvió más difícil”.
La oscuridad entre las 11 PM y las 5 AM llega a tal punto que hay corredores que han sufrido ceguera temporal y, por consiguiente, desorientación. El encierro que provoca el túnel y los constantes idas y vueltas durante la noche ha generado que algunos olvidaran hacia qué lado están yendo y terminaran abandonando producto del mareo. “Durante la noche está completamente oscuro y se siente como si estuviera solo. Muchos corredores experimentan alucinaciones salvajes durante la segunda noche sin dormir. Algunos no pueden recordar en qué dirección van en la oscuridad total”.
En el sitio web también son claros en las advertencias: “Esta es una prueba extrema de habilidad y resistencia para correr de muy bajo perfil y sin tonterías”. Además, desde la organización proporcionan bebidas y snacks que pueden encontrarse en una de las bocas de salida del túnel, junto a un área de descanso.
Cockbain se muestra orgulloso de la prueba que ha creado, ya que es la primera vez que hay una ultramaratón capaz de enloquecer a los participantes y no por el calor, el frío o el cansancio, sino por la oscuridad y el encierro. Al ser consultado sobre un consejo para quienes se anoten en la próxima edición que se celebrará el 31 de marzo, fue conciso: “Sigue avanzando en todo momento”.