El rostro de Marina Ovsiannikova conoció un momento de gloria cuando el 14 de marzo de 2022 apareció brevemente en el segundo plano de un informativo de máxima audiencia en Rusia blandiendo una pancarta en la que podía leerse “no a la guerra”, pero eso le ha costado tener que refugiarse en Francia.
Desde entonces, vivió una persecución judicial, puesta bajo arresto domiciliario, con un brazalete electrónico, apartada de sus hijos y acusada de traición a la patria, un calvario al que puso fin huyendo a occidente poco antes de un juicio donde tenía asegurada una dura pena de cárcel.
“Preferí huir de aquel estado totalitario, que recuerda a la época de Stalin, donde se practica la represión política utilizando todos los medios incluso la presión psicológica”, aseguró Ovsiannikova en París, donde llegó pocos días después de su huida y donde el presidente, Emmanuel Macron, le ha dado el estatuto de refugiada tal y como prometió tras su acción en la televisión.
La periodista compareció este viernes ante los medios en la sede de Reporteros Sin Fronteras (RSF), organización que asegura que orquestó su salida de Rusia sin ayuda de ningún gobierno extranjero, apoyándose en sus propias redes en el país.
Su secretario general, Chritophe Deloire, mantuvo el secreto sobre los detalles de la fuga “por motivos de seguridad”, pero agradeció a Francia que dé acogida a “alguien que encarna la resistencia contra la propaganda”.
Ovsiannikova aseguró que aprovechó la relajación de los agentes rusos en la noche de un viernes de octubre para abandonar su domicilio junto a una de sus hijas y dirigirse hacia la frontera en coche, aunque no desveló el lugar por el que la atravesó.
“Tuvimos que caminar mucho, por campos de cultivo, escapando de las luces de coches y tractores, hasta que llegamos a una zona boscosa. Me pareció una eternidad, perdía la esperanza, pensaba que era más duro que entrar en la cárcel. Pero finalmente llegamos y allí había alguien esperándonos”, relató.
Fue un momento difícil: “No quería abandonar mi país, aunque esté gobernado por criminales de guerra, pero no me dejaron otra opción. Era eso o la cárcel”.
“MANIPULACIÓN INFORMATIVA” DE LA GUERRA
Ovsiannikova aseguró que en Rusia no cabe ningún periodismo que se enfrente al poder y a su “manipulación informativa” que mantiene “en una burbuja” todo lo referente a la guerra de Ucrania.
Ella quiso informar sobre el número de niños que habían fallecido en ese conflicto y por eso fue acusada de revelar informaciones falsas y de desacreditar al Ejército, lo que le enfrentaba a diez años de prisión.
Afirmó que en su país “mucha gente sabe lo que pasa pero prefieren callar por miedo a la represión que tiene al país asfixiado como si fuera un pulpo”.
“Todos los que trataron de protestar están detenidos o en el exilio”, asegura.
Pero ella, que había crecido en Chechenia, donde los desmanes del régimen de Putin le hicieron tener una infancia desgraciada, no quiso permanecer inmóvil cuando vio que podía hacer lo mismo con los niños ucranianos.
“Quise romper aquella burbuja informativa, contar la verdad, rebelarme. Estaba dispuesta a levantar cualquier pancarta para denunciarlo y finalmente lo pude hacer en un informativo que el propio Putin ve, porque parece que le gusta mucho la presentadora”, señaló.
Ovsiannikova cree que la libertad de su país también se juega ahora en Ucrania. “Deseo que los ucranianos ganen la guerra y puedan recuperar su territorio y volver a sus casas. Solo así, Rusia puede recuperar la libertad”, dijo.
Pidió a la comunidad internacional que ayude a Kiev a ganar el conflicto y aseguró que negociar sobre la base de las ganancias territoriales logradas por las tropas rusas supondría legitimar a Putin y le daría fuerza en el interior de Rusia.
Ella quiere ahora ser un ejemplo para que otros alcen la voz en un país donde, según RSF, 37 periodistas han muerto desde la llegada de Putin al poder, 200 medios están bajo vigilancia y 10.000 sitios de internet bloqueados, lo que aboca a un “éxodo masivo” a los periodistas independientes.
EFE