“¿Hemos aprendido ya qué hacer cuando nuestro mundo tiembla? Resistir y esperar. Resistir y esperar. Y tener esperanza. ¿O ese es un ejercicio distinto?”.
Miren Agur Meabe, “Quema de huesos”
El chavismo nos enseñó a los historiadores venezolanos que la Historia no progresa y que es una ruta hacia la nada. Que también puede ser una regresión herida a épocas que creíamos superadas. Toda una marcha de la locura. La Historia como cansancio y hastío sobre rutinas incestuosas talladas de iniquidad y enojo.
La historia son caminos sinuosos de misteriosos ambientes y puertos inciertos. Cada voluntad humana, con sus decisiones buenas o malas, tropieza con el albur de unas circunstancias que Dios nos otorga como salvación o condena. “Acojamos el tiempo tal como él nos quiere” nos dice Shakespeare en su “Cimbelino” del año 1610.
Atravesemos el actual tiempo sombrío “cargado de dudas y de asombro” aunque con la convicción de que lo inesperado será algo afortunado. Y que las cosas que tienen que empeorar, como un designio de la maldad política de unos gobernantes ineptos y sin virtud, dará llegada a una mejoría. El Quijote (1605) de Cervantes es señero: “Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas. Porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien ya está cerca”.
Nuestra memoria es ficción y la historia pasada personal y social un territorio de la amnesia. Los pocos recuerdos fragmentados y rotos que salvamos del aniquilamiento vienen a reconstruir una identidad del sufrimiento. Sufrimiento que puede conducir al suicidio o la creación de belleza desde una reafirmación humana valiente y heroica. “Laberinto, tortuosas calles de niebla que van a ninguna parte, una estela de sombras avanza como los presos, pesadas cargas de penas las doblan sobre las lágrimas”, (Lilia Boscán de Lombardi, “Surco de Origen”, 2008).
La percepción íntima de millones de venezolanos es de estar atrapados en la Historia de un presente maldito. Aunque también muchos hemos entendido que la paciencia es una forma de esfuerzo y que como buenos discípulos del Santo Job terminamos confiando en Dios Salvador y el retorno a una Tierra Prometida. Y que la libertad política no puede oprimir la libertad personal que es el desprecio de las cosas que no dependen de nosotros (Epicteto).
Hemos soportado mil injurias y agravios de parte de una barbarie entronizada y analfabeta que ignora la compasión. Y hemos entendido que sin lucha no habrá victoria. Hoy, millones de venezolanos prefieren contener su rabia y hacer uso de modales civilizados para recuperar los derechos arrebatados y para regresar a la Historia como hazaña de la libertad y del progreso.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
@LOMBARDIBOSCAN
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia