La destrucción causada por los sismos de hace nueve días en Turquía, con al menos 40.000 muertos en este país y en Siria, se explica en parte por una particularidad geológica: no tuvo un epicentro preciso, sino que se expandió por una falla de 300 kilómetros.
Así lo ha explicado este miércoles el vicedirector del Observatorio Sismográfico de Kandilli en Estambul, Ali Pinar, en conversación telefónica con EFE.
“El epicentro estuvo cerca de Gaziantep, pero no piense en un punto central, piense en una línea de 300 kilómetros de largo, con una punta que termina en Hatay, en la costa mediterránea, y con otra prolongándose hasta Malatya, en Anatolia oriental”, describe Pinar.
Esto explica por qué la ciudad con el mayor nivel de destrucción es Antioquía, capital provincial de Hatay, que se halla 175 kilómetros al suroeste del epicentro, según AFAD, el servicio de emergencias turco.
El observatorio de Kandilli ubica el epicentro unos 40 kilómetros más al suroeste, porque allí empezó el movimiento tectónico, detalla Pinar.
Pero ni la ciudad de Gaziantep, que dista 40 kilómetros de Pazarcik, ni la propia Kahramanmaras, a 33 kilómetros, presentan una imagen de tanta destrucción como Antioquía.
Por supuesto, la calidad de las construcciones es un factor fundamental, ya que unos edificios con medidas antisísmicas, obligatorias en Turquía, podrían resistir un terremoto, pero nada hace pensar que Antioquía tenga construcciones peores al resto de la región.
Sin embargo, exactamente por aquí pasa la falla geológica de Anatolia oriental, que separa la placa tectónica de Arabia de la de Asia Menor.
Con el sismo, la placa meridional se ha movido 2,7 metros hacia noreste y la norteña 1,1 metros al suroeste, lo que suma un movimiento tectónico de casi 4 metros, declaró hoy a la prensa turca el geofísico Çaglar Bayik.
Numerosos geólogos han pedido en estos días al Gobierno aplicar urgentemente un plan urbanístico que evite construir sobre esta línea peligrosa.
Ali Pinar no lo ve tan necesario, ya que con unas buenas medidas antisísmicas, un edificio resistiría esos temblores, solo que supone un coste de construcción mayor.
“No hay zonas donde sea imposible construir un edificio seguro, solo hay que tomar en cuenta que sale más caro, y si se quiere gastar menos, es mejor edificar lejos de la falla”, considera.
También influye la morfología del suelo, comenta Pinar, lo que puede explicar la destrucción casi completa de Antioquía, una ciudad situada en la fértil llanura del río Orontes.
“Gran parte de la provincia de Hatay son sedimentos de aluvión. Es un suelo blando, que permite a las ondas de choque expandirse mejor”, dice este profesor de sismología.
“Cuando un temblor dura mucho tiempo, las ondas sísmicas chocan contra otras formaciones geológicas y vuelven atrás, como olas en el agua cuando se tira una piedra a un lago, y esto puede potenciar la fuerza destructiva”, describe.
El enorme territorio afectado por el movimiento de la falla, que alcanza unos 100.000 kilómetros cuadrados, también ha dificultado el envío urgente de ayuda y equipos de rescate a los lugares destruidos.
Todo ello explica por qué un terremoto de magnitud 7,7 se ha cobrado ya más de 40.000 muertos, con las estimaciones llegando hasta los 100.000, una cifra muy superior a los 600 muertos del sismo de Van en el sureste de Turquía, de fuerza 7,2, registrado en 2011.
EFE