Guido Sosola: La protesta de Plaza Caracas

Guido Sosola: La protesta de Plaza Caracas

 

Hoy, se cumple un nuevo aniversario de las represalias escenificadas en la Plaza Caracas décadas atrás. Jóvenes decididos e inquietos, a contracorrinte, protestaron el refinanciamiento de la deuda pública externa y la respuesta inmediata del gobierno fue la de apalearlos, posando nada más y nada menos que el helicóptero de la Policía Metropolitana en el lugar.





El episodio nada baladí nos indica muy bien de las condiciones que, a la vuelta de la esquina, facilitaron el particularísimo fenómeno del pretorianismo aliñado por los cubanos. Son varios los motivos que convierten el 26 de febrero de 1986 en una fecha histórica, pero consideremos brevemente tres.

Por una parte, el más obvio fue la suscripción del acuerdo en un marco dificilísimo para un país que pasó de una inflación de 9% a 40%, con una cesta petrolera que promediaba $ 26 para descender a $12, bajo un sistema de control cambiario y de precios, ascendiendo la deuda a $ 35 mil millones de bolívares. Bajo engaño, abriéndole la avenida al triunfo posterior de Carlos Andrés Pérez, aunque su candidato fuese Octavio Lepage, Jaime Lusinchi y sus más estrechos colaboradores que luego lo dejaron injustamente solo con sus responsabilidades históricas, fueron unos niños en pañales: al menos, dejaron que publicitaran el acontecimiento, porque en este siglo XXI del socialismo dizque redentor, muy pocos saben del monto exacto de nuestras deudas externas, así en plural, contraídas abusiva y confidencialmente con nuevos y peligrosos acreedores; el petróleo alcanzó $100 para la más completa dilapidación del régimen bolivariano y bolivarero, destruyendo nuestra principal industria; hemos sabido del efecto devastador de la hiperinflación, por decir l o menos.

Por otra, antes, había juventudes políticas con sus propios elencos dirigenciales y desarrollos organizacionales, con tradición de décadas, expuestas en un confiable y competido coto de entrenamiento y relevo del liderazgo, respecto a COPEI, MAS, AD, PCV, aunque por ahí circulaban unos grupos dizque de independientes de una renovada y abierta actitud antipartidista. Fue la juventud socialcristiana, por entonces conducida por César Pérez Vivas, la que se plantó en el medio de la extensa plaza caraqueña, quemó un muñeco simbólico y se devolvió al llegar los agentes policiales, cuyo comandante ordenó la paliza, los perdigonazos y las lacrimógenas a discreción, bajo la protesta de los mismísimos empleados del gobierno que gritaban desde las ventanas de los despachos ministeriales ubicados en el complejo del Centro Simón Bolívar. Empero, hay que decirlo: fue la única juventud política que protestó dicho acuerdo, quedando cómoda y tranquila la juventud marxista que hoy ocupa importantes posiciones de poder; con todo, ayer hubo, hoy no, juventudes políticas, y la represión se vio muy bien en 2014 y 2017, imagínense, reivindicando largamente a Lusinchi.

Luego, por más control que pretendiese de los medios de comunicación social, aquel gobierno no pudo impedir la pronta difusión e indignación de la sociedad, a través de la prensa escrita y audiovisual, habida cuenta que la muchachada fue detenida y conducida a la comandancia de Cotiza, negándose a declarar, para – luego – tomar la investigación el parlamento. El contraste con la actualidad es evidente, ofrecida aquella protesta como la última realmente importante, significativa y vigorosa de una juventud política en Venezuela, como la de la Juventud Revolucionaria Copeyana, cuyos secretarios generales hicieron historia entre 1947 y 1994. De la generación democrática de los ochenta, sólo Pérez Vivas se mantiene en pie de lucha, entre un número muy reducido de dirigentes todavía en edad productiva; y, en relación a la izquierda, son muchos de los que disfrutan impávidos las miles del poder.