Cada noche sucede lo mismo. Nos vamos a la cama con muchísimo sueño, pero después de unas cuantas horas (a eso de las 3 de la madrugada, más o menos), nos despertamos. Miramos el reloj y pensamos en las pocas horas que nos quedan hasta que suene la alarma. Después comenzamos a obsesionarnos con que no vamos a ser capaces de ser productivos al día siguiente. Lo que hace que empeore todavía más la situación y que seamos incapaces de conciliar el sueño.
Por La Razón
Tristemente, es un fenómeno muy común y que les ocurre a muchas personas. Sucede cuando llegamos a cierta edad porque tenemos un sueño mucho más ligero que cuando éramos más jóvenes. Además de esto, si encima tenemos una personalidad obsesiva o tenemos cierta tendencia a la ansiedad, seremos todavía más susceptibles de que esto nos suceda.
Siempre lo mismo
Al dormir pasamos por varias fases de sueño. Durante las primeras horas de la noche nos recuperamos del cansancio físico… como si rellenásemos el vaso de energía que se ha ido gastando a lo largo del día. Luego entramos en la fase REM, que es el momento en el que restauramos nuestras capacidades mentales, como la memoria o la agilidad intelectual.
La primera parte del ciclo de sueño dura unas tres horas más o menos. Y una vez que pasamos esta fase, nos volvemos más susceptibles a cualquier cosa que suceda a nuestro alrededor. Además, cuando llegamos a este punto, nuestro cuerpo ya no nos exige esa urgencia por dormir que teníamos al principio de la noche. Por eso, una vez que nos hemos despertado, nos cuesta mucho volver a conciliar el sueño.
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