Gerardo Lucas: “La economía no tiene fondo”

Gerardo Lucas: “La economía no tiene fondo”

Hace cinco años aproximadamente, en una reunión de la Confederación de Industriales (Conindustria), se me ocurrió decir que creía que la economía venezolana estaba tocando fondo. Ante esta afirmación, el entonces presidente de esta organización, Carlos Larrazábal, me ripostó: “la economía no tiene fondo”. Lamentablemente, tenía razón.

Durante el primer trimestre del año 2022, el gobierno había tenido el acierto de estabilizar el valor del bolívar frente al dólar, lo cual permitió una leve recuperación de la economía debida, en parte, a que los empresarios podían calcular el valor de reposición de sus inventarios. Lastimosamente, esta situación duró poco, una vez que el gobierno paga los bonos vacacionales, y luego los navideños, el bolívar se desplomó nuevamente, pasando de bs.15 a bs. 25 por dólar, con la consiguiente caída del poder adquisitivo del venezolano.

El 2023 comienza con signos negativos para la economía, siguiendo las tendencias del segundo semestre del año anterior, mientras que, organizaciones gremiales como Venamcham, así como los economistas que hacen pronósticos y las encuestadoras, solo especulan con la posibilidad de que puede haber alguna luz para el segundo semestre del año.

La verdad es que el nivel de la debacle en Venezuela no tiene parangón en América Latina. En términos convencionales, la caída de la actividad económica se mide por el nivel del Ingreso Nacional. El Ingreso per cápita de Venezuela, tradicionalmente, rondaba entre los 3 y 4 mil dólares anuales en los años noventa y llegó al tope de $ 12.600 en 2011 gracias al boom de los precios petroleros, para después caer en 2020 a $1.690 dólares, y se desconoce la cifra en la actual. En cualquier caso, es una caída del 80% de su tope, porcentaje que refleja la caída de la producción industrial.

En cuanto al aspecto poblacional. La población trabajadora es el elemento fundamental para el desarrollo, de ahí la avidez con la que Europa, Estados Unidos y Canadá estimulan la llegada de nuevas oleadas de población, a pesar del ingrediente político negativo que dichas inmigraciones producen. Venezuela ha perdido el 25% de su población en muy poco tiempo, circunstancia parecida a El Salvador, que tuvo una cruenta y larga guerra civil que ocasionó que más de 100.000 personas perdieran la vida o desaparecieran. Le siguen en importancia Cuba y Haití con el 16% de la población, México con el 10%, Guatemala con el 7 % y Colombia con el 6%. Y la situación de Venezuela se agrava.

Por último, pero no menos importante, el país afronta otra pérdida; la desaparición de la economía monetaria. El bolívar en todas sus denominaciones (Fuerte, Soberano, etc.) ha dejado de ser medio de ahorro, de cuenta y medio de cambio, apenas sirve al 25% del mercado ya que el dólar cubre el 75% de las transacciones comerciales. Unido al  declive de la moneda, se produjo la debacle en el ahorro. El venezolano, con el ingreso tan ínfimo que percibe, no ahorra, y sin ahorro no hay inversión. Sin inversión nueva y de reposición, padece la infraestructura, poco a poco desparecen la vialidad, los automóviles, el agua, las edificaciones, las maquinarias, las fabricas, las escuelas y todo lo demás.

El deterioro del país tiene muchos ingredientes, como los tres anteriores, y el ingrediente final, es la esperanza que se convierte en desesperanza. Por muy dura que sea la realidad, es siempre mejor verla en forma cruda y no vivir con falsas esperanzas que solo conducen a decisiones comerciales y personales equivocadas.

Economista/ Historiador. https://gerardolucas.wordpress.com/

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