Emanuela Rusta desafió todos los clichés sexistas para convertirse gracias a su determinación en la primera mujer en arbitrar en la primera división masculina del fútbol albanés, todo un hito en este país de los Balcanes donde el ancestral patriarcado comienza a ceder terreno.
“Hay que luchar mucho para ser aceptada”, cuenta a la AFP esta mujer de 29 años, árbitra internacional FIFA desde 2019. “Hay que hacer volar en pedazos el techo de cristal”, sentencia.
En Albania, el fútbol es una pasión nacional pero su versión femenina está a años luz, con apenas dos décadas de existencia. La Federación Albanesa de Fútbol (FFA) registra apenas 2.000 mujeres por 22.000 hombres.
Por la mañana, Emanuel Rusta trabaja como profesora en un instituto de Elbasan, su ciudad natal en el centro de un país donde es difícil vivir únicamente del deporte. Por la tarde, se entrena con colegas masculinos.
“Para tomar las decisiones correctas hay que conocer perfectamente el reglamento del juego pero también tener una condición física excelente y una gran capacidad de concentración”, explica la joven mujer, que vive con su madre en un pequeño apartamento lleno de medallas logradas en el deporte.
No resulta fácil romper los estereotipos sexistas cuando la prensa local de este país de 2,8 millones de habitantes ha llegado a referirse a ella en titulares como “la árbitro sexy que hace subir la temperatura”.
Desde hace unos años, los derechos de las mujeres, sobre todo las de mayor nivel educativo, van progresando. Son cada vez más numerosas en puestos de responsabilidad y se ven cada vez más rectoras de universidad, magistradas o ministras. El gobierno albanés está compuesto por un 70% de mujeres.
El arbitraje “no es una cuestión de género, sino de competencia”, subraya Emanuela, que ha arbitrado una docena de partidos internacionales en estadios europeos.
Su sueño es arbitrar en el Mundial masculino como hizo en Catar-2022 su ídolo, la francesa Stéphanie Frappart. A la espera de conseguirlo, se ilusiona con poder dirigir próximamente el gran derbi de la Liga 1 albanesa, entre los dos equipos rivales de la capital, Tirana y Partizani, cuyos duelos acostumbran a estar llenos de tensiones.
– “He sufrido, he llorado” –
El equipo femenino del Vllaznia, en Shkodra (norte del país), nació en 2009 pero está ya en la cima del campeonato albanés y se ha enfrentado a grandes de Europa como el Chelsea, el Real Madrid o el París Saint-Germain esta temporada en la Liga de Campeones europea.
“La clave del éxito es de estas chicas” que han logrado “romper el mito y el prejuicio de que el fútbol es un deporte masculino”, estima el presidente del equipo, Lazër Matija.
La atacante Megi Doçi (26 años) juega desde hace años en ese equipo.
Es originaria de un pueblo muy pobre del norte de Albania y Megi se puso a jugar al fútbol en contra de la voluntad de su madre. A los 12 años se marchó a Tirana para seguir progresando en su gran pasión.
“He sufrido, he llorado, he tenido que tragarme mis lágrimas en cada ocasión. Decidí levantarme y luchar”, cuenta.
– Futbolista y madre –
Su objetivo es poder llegar algún día al plantel de un club femenino de una liga más importante, como el Bayern de Múnich o el Real Madrid.
Para ello entrena cuatro horas al día con hombres. “Es un reto, sientes el peso de esta mentalidad siempre presente ya que no están acostumbrados a ver jugar a una chica”, afirma.
También a muchos les cuesta pensar que una futbolista puede ser también madre, como le ocurre a Ardiola Raxhimi (24 años), la arquera del Vllaznia.
“Nunca he tenido que elegir entre mi carrera y mi vida personal. Siempre he deseado ser feliz en las dos”, afirma Ardiola, madre de un niño de dos años, que tuvo con Muhamet, un exfutbolista reconvertido a peluquero.
Armand Duka, patrón de la FFA, asegura que “el fútbol femenino es la prioridad” y quiere que se dispare el número de licencias femeninas.
“Hace unos años, el fútbol femenino era casi un tabú porque se consideraba que era un deporte masculino. Hemos ganado esa batalla”, dice, aunque es consciente de que las diferencias persisten y que el camino hacia la igualdad todavía es largo.