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En la pequeña clínica para mujeres, en un parque de Antakya, en el sur de Turquía, la doctora Günbegi dispone de todo lo que sus pacientes no se atreven a pedir fuera, en medio de la destrucción sembrada por el terremoto del 6 de febrero.
Aquí reciben cuidados que no requieren de visita al hospital, y se les facilita ropa interior, productos de higiene íntima, tratamientos contra infecciones locales, pruebas de embarazo…
El estante más lleno es el de los preservativos.
“Los hombres se niegan a utilizarlos”, indica la médica Meltem Günbegi, señalando las cajas negras intactas.
“Las mujeres vienen y nos piden discretamente anticonceptivos, pero lo que más nos falta son pastillas anticonceptivas”, de las que hay una escasez crónica en Turquía.
El duelo, el estrés, la falta de higiene y de intimidad, el hacinamiento en las carpas y las casas improvisadas, todo contribuye a lastrar el día a día de las mujeres en las regiones arrasadas por el sismo del 6 de febrero, que dejó más de 46.000 muertos en el sur y sureste de Turquía.
Otras 6.000 personas murieron en Siria.
La “clínica” donde atiende Günbegi, un contenedor naranja con un rótulo de cartón, fue instalada por la Asociación de Médicos Turcos en un parque situado entre dos barrios de Antakya devastados por el temblor telúrico.
Günbegi, médica forense de 33 años, atiende a mujeres que perdieron todo -casa, efectos personales, recuerdos- y que deben permanecer en refugios con acceso limitado a duchas y servicios sanitarios.
“En tres días vi a tres mujeres encintas en estado de shock”, cuenta la doctora.
“Cuando les pregunté si sentían que el bebé se movía, se dieron cuenta de que no habían pensado en eso. Encontraron muerte, destrucción, y se olvidaron del bebé”.
“Un mes después, apenas recuperan la conciencia de su condición”, dice.
La carga del día a día
“La situación es dura para todo el mundo, pero las mujeres han enfrentado grandes dificultades desde el principio y han llevado todo el peso de la vida diaria sobre sus hombros”, señala Selver Büyükkeles, de 28 años, voluntaria de la asociación feminista y LGBT Mor Dayanisma.
“Aguardan pacientemente por la mañana en los repartos de comida, cocinan, cuidan a los niños y ancianos, lavan platos, lavan ropa”, enumera la joven, también sobreviviente del terremoto.
La situación traumática después del terremoto refuerza un “fuerte sentimiento de inseguridad”, señala.
“Las mujeres se sienten responsables de la situación de la familia, temen un nuevo terremoto a cada nueva sacudida. Y el ambiente general, la vida en las carpas, la falta de intimidad, las vuelve inseguras”, agrega.
No obstante, en esta etapa, activistas y médicos consultados por AFP no han notado más violencia o abusos domésticos, pese al triste historial de Turquía en la materia.
Es cuestión de tiempo, advierte Fidan Ataselim, secretaria general de la plataforma “We Will Stop the Feminicides”, que busca adoptar mecanismos de prevención en las regiones afectadas.
En 2022, al menos 327 mujeres y 39 niños fueron asesinados y 793 heridos, según Women’s Review, que recopila los datos sobre feminicidios.
En el Parque de la Amistad, cerca de la clínica de mujeres, el Partido de los Trabajadores instaló una oficina dos días después del terremoto y puso afiches en turco y árabe para los numerosos refugiados sirios: “aquí, zona segura para mujeres y LGBT+”.
Una treintena de carpas fueron instaladas, vigiladas por voluntarios que garantizan su seguridad cuando las mujeres vienen a usar la ducha o los sanitarios.
El lunes, de 150 a 200 mujeres estaban refugiadas allí, indicó una joven activista de 23 años, Aslihan Keles.
Y el Partido de los Trabajadores, que suele celebrar el 8 de marzo con una marcha contra el gobierno de corte islamista, esta vez repartió regalos a las mujeres en las carpas. AFP