Los médicos que participaron en la autopsia de Kennedy fueron amenazados con consejo de guerra si hablaban

Los médicos que participaron en la autopsia de Kennedy fueron amenazados con consejo de guerra si hablaban

Jacqueline Kennedy

 

Los documentos recientemente desclasificados sobre el asesinato de John F. Kennedy son una fuente inacabable para conocer la otra historia del magnicidio de Dallas. Entre ellos, este diario ha podido localizar los relacionados con los testimonios de los médicos que participaron en la autopsia del presidente en Bethesda. Todos ellos fueron obligados, mediante una carta del 26 de noviembre de 1963, a guardar silencio.

Por larazon.es

Poco después de que la caravana presidencial se viera envuelta en un tiroteo, Kennedy -ya gravemente herido- fue llevado al Parkland Hospital. Allí se intentó, sin suerte, salvarle la vida. Una vez que fue oficialmente declarado muerto, el cuerpo fue llevado a Washington siguiendo las indicaciones de los hombres del ya presidente Lyndon Johnson, pese a que las autoridades de Dallas querían realizar la autopsia. Esta fue realizada en Bethesda, una vez que el Air Force One aterrizó en Dallas con los restos de Kennedy. El examen del cuerpo de JFK y sus heridas sirvieron para afianzar la versión oficial: tres disparos se habían realizado desde detrás de la caravana. No había duda alguna. Fin del caso.

En 1978 el caso fue reabierto en una investigación promovida por el Congreso de Estados Unidos y que se apoyaba en las revelaciones periodísticas de la guerra sucia llevada a cabo por la CIA. Se decidió llamar a declarar a los principales testigos, entre ellos los médicos y patólogos que participaron en la autopsia de Kennedy. Gracias a los documentos desclasificados podemos saber que todos tenían la orden -recordemos que trabajaban en un hospital militar- de no comentar nada.

Jerrol F. Custer fue el encargado de tomar las radiografías del cuerpo sin vida de Kennedy. La comisión quiso tener su testimonio, pero para poder hablar necesitaba autorización. El 13 de marzo de 1978 aún no podía hacerlo hasta que recibió el permiso de su superior, el vicealmirante W. P. Arentzen. En la misiva, que ha podido consultar este diario, se recordaba a Custer que “en noviembre de 1963, se le ordenó que no discutiera con nadie sobre los acontecimientos conectados con sus deberes oficiales relacionados con la autopsia realizada al presidente John F. Kennedy la noche del 22 al 23 de noviembre de 1963”. Arentzen ahora le comentaba que el Departamento de Marina, del que Custer formaba parte, no se opondría si deseaba hablar. De esta manera se acababa la ley del silencio.

Todos los que participaron en la autopsia presidencial fueron obligados a firmar un documento por el cual se comprometían a no decir nada de lo que habían visto. Si incumplían el acuerdo serían sometidos a un consejo de guerra con nefastas consecuencias para ellos.

Había un motivo para obligar a callar. La respuesta la tenemos en otro documento desclasificado y hecho público por el periodista estadounidense Jefferson Morley. Se trata de un teletipo dirigido al director del FBI J. Edgar Hoover y clasificado como urgente. Su fecha es del 13 de diciembre de 1963. En él se indicaba que un periodista llamado Bill Burrus estaba indagando sobre la autopsia en Bethesda. Burrus habría encontrado un primer reporte, no publicado, en el que se indicaba otro tipo de heridas con respecto a las que se habían hecho públicas. Los médicos, según los documentos desclasificados, no estaban de acuerdo con la lectura sobre las heridas que divulgó el FBI.

Es el caso del doctor James Humes que se quejó de la presión que había tenido en la sala de autopsias con la presencia de miembros del Servicio Secreto y del FBI a sus espaldas. “Humes dijo que los agentes del FBI no estaban en la sala de autopsias durante la autopsia; se mantuvieron en una antesala, y su informe es simplemente incorrecto. Aunque inicialmente en el procedimiento de autopsia la herida de la espalda solo podía penetrarse hasta la longitud de un dedo, más tarde se hizo un sondeo, cuando no había hombres del FBI presentes, que trazó la trayectoria de la bala desde la espalda hacia abajo, luego hacia arriba ligeramente y luego hacia abajo nuevamente. saliendo por la garganta”.

Los documentos oficiales demuestran que hasta los camilleros presentes en Bethesda fueron obligados a callar.

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