Fue en 2008, durante el embarazo de su segundo hijo, que la estudiante de enfermería Rafaela Santana Oliveira Silva, ahora de 42 años, comenzó a tener síntomas como caída del cabello, picazón en el cuerpo, fatiga y sensación de sequedad en los ojos y la boca.
Por: BBC
Sin embargo, esta mujer brasileña se concentró en el cuidado de su hijo recién nacido y dejó de lado el buscar atención médica.
Cuatro años después, Rafaela notó que sus síntomas, en vez de mejorar, empeoraban, y comenzó a buscar un diagnóstico.
Fueron ocho años y decenas de citas con los más variados especialistas: odontólogo, oftalmólogo, dermatólogo y hasta neurólogo. Ninguno llegó a un consenso.
“Con el paso del tiempo, mis síntomas solo empeoraron. Ya no producía lágrimas ni saliva, entonces no podía llorar y para comer tenía que beber líquidos al mismo tiempo. Empecé a tener dolores muy fuertes en las articulaciones y un cansancio constante que me impedía hacer cualquier cosa, incluso actividades sencillas del día a día”, detalla.
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