En los Estados Unidos el ejemplo más reciente tuvo lugar después del colapso financiero de 2008, con la implosión de Lehman Brothers, Bear Stearns y Washington Mutual Bank. Como respuesta a la crisis, el Congreso adoptó la Dodd-Frank Act de 2010 que faculta a las autoridades regulatorias para aplicar estándares de supervisión más exigentes a las grandes instituciones financieras.
Ocurrió, que una vez aprobada dicha ley, la ecuación política-finanzas comenzó a funcionar, ya que esta definía a las instituciones grandes como aquellas que tuvieran como activos más de 50 mil millones de dólares, el lobby bancario, con apoyo del partido republicano, logró subir la cota a 250 mil millones de dólares, reduciendo el número de grandes bancos supervisados. Hoy esa decisión pesa porque el Silicon Valley Bank, que quebró la semana pasada, no fue sujeto a una regulación más exigente en vista de que sus activos solo alcanzan los 206 mil millones de dólares. Esta circunstancia explica en gran medida la catástrofe.
En Venezuela la simbiosis banca política ya estaba muy bien cimentada en la década de los ochenta, podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que los banqueros tenían a los políticos en su bolsillo. El primer ejemplo fue la discusión del Proyecto de Ley de Bancos y otros Institutos de Crédito que fue enviado al Congreso, y resultó aprobado con grandes modificaciones, de forma que lo hiciera aceptable para la banca en su versión final de 1987. Francisco Faraco renombrado economista y analista financiero describe el acontecimiento:
“Desde el primer momento el “lobby” bancario se opuso al proyecto y la alquimia para convertirlo en un placebo perfectamente asimilable comenzó por la estructuración de la subcomisión parlamentaria que se dedicó a su estudio. En ella participaban 10 senadores de los cuales cuatro tenían intereses en la banca (incluyendo el principal factor de una sociedad financiera intervenida en 1983-Sociedad Financiera Los Andes) y otro, era un militante de alto nivel del movimiento empresarial (Diario de Debates del Senado, 43, 45, 46). No es de extrañar que la ley aprobada en 1988 fuese una versión “afeitada” del proyecto original…” 1/
El ejemplo más escandaloso de la intervención de la banca en la política fue el nombramiento, hecho por Carlos Andrés Pérez, de Pedro Tinoco como presidente del Banco Central de Venezuela en 1989. Fue así como Tinoco, el principal financista de Pérez, salió directamente de la presidencia del Banco Latino, entonces el cuarto banco del país, a la presidencia del Banco Central. No hay que especular sobre los que sucedió después.
En las palabras del reputado analista financiero norteamericano y Socio de Veneconomia, John Sweeny:
“El Banco Latino estaba casi en bancarrota cuando Pérez llegó a la Presidencia de Venezuela por segunda vez en diciembre de 1989. Como otras entidades financieras, el banco se había debilitado con la devaluación del bolívar en 1983. La fortuna del Banco Latino virtualmente cambió de la noche a la mañana, después del nombramiento de Tinoco como presidente del Banco Central de Venezuela, a principios de 1989. El Banco Central controlaba más del 95% de la moneda extranjera en Venezuela, la que consistía en dólares generados por el monopolio estatal Petróleos de Venezuela, y Tinoco se las arregló para que el Banco Latino recibiera una buena tajada de este dinero, como depósitos del sector público.” 2/
En los años noventa los banqueros financiaban y controlaban a los principales candidatos presidenciales para la elección de 1993. El Banco Latino financió a Eduardo Fernández (El Tigre) de COPEI, pero al perder este popularidad, decidió financiar al otro candidato de este partido Oswaldo Álvarez Paz. El cubano Orlando Castro del Grupo Progreso financió, con carácter de exclusividad, a Andrés Velázquez de Causa R. De Caldera solo podemos decir que, al ganar las elecciones, trajo todo un equipo de gente del Grupo Provincial para manejar las finanzas de su gobierno.
1/ Faraco Francisco. Poderosos caballeros: Don Dinero y los banqueros. Pág. 401.
2/ Revista Dinero 1 de mayo de 1994. John Sweeny. Historia no narrada de Pedro Tinoco.