La experimentación con animales no es solo un recurso de investigación científica, en muchas ocasiones también ha sido un requisito legal que deben cumplir los investigadores. Además del testeo de medicamentos y sustancias que puedan afectar al ser humano.
Por Dr Juan Enrique Romero / Infobae
Antes de probar en seres humanos medicamentos, vacunas, nuevos procedimientos médicos, o incluso productos cosméticos, era usual y, en algunos casos, sigue siéndolo, testearlos primero en animales, permitiendo comprobar los efectos positivos o de riesgo que pudieran tener sobre la salud de las personas.
Con el avance de la tecnología y el desarrollo de la conciencia con relación a la protección animal, son cada vez más los organismos de índole públicos y privados que abogan por el uso de medios alternativos a la experimentación con animales.
Las tendencias actuales de cuidado y protección hacia los animales plantean eliminar estas prácticas reemplazándolas por modelos virtuales en los que la simulación y la inteligencia artificial puede llegar a suplir estos requisitos en salvaguarda de la vida y el bienestar animal.
Debido a la presión pública y a la de los mismos científicos, existe una tendencia creciente a aplicar el principio de “tres R” en la investigación con animales, hecho que se manifiesta en las propias legislaciones de los países.
Las “tres R” hacen referencia a una idea que surgió hace unos años, en la que la intención es “reemplazar” los animales de experimentación por otros métodos que no involucren su utilización, “reducir” su número cuando sea necesario usarlos y “refinar” las técnicas para disminuir su sufrimiento.
En diversos países del mundo, a nivel investigativo y legislativo, ya están dando los pasos necesarios para lograr lo que persigue las “tres R” y en algún futuro extender el uso de medios alternativos a la experimentación con animales.
Desde diversos campos se adelantan estrategias para incentivar y encontrar opciones a la experimentación con animales.
Continúe leyendo la noticia aquí.