Primero fue la crisis del sistema político bi-partidista, una clase dirigente envejecida, gastada y desgastada, que no quiso o no supo renovarse. Obstaculizaron y evitaron el cambio generacional al interior de los partidos políticos y en las responsabilidades al frente del Estado. En paralelo un sector empresarial, cómodo y codicioso, aprovechando sus relaciones y asociaciones con el sector político, para crear privilegios y ventajas, que nada tienen que ver con una economía, sana y moderna. Pero igualmente una sociedad que se acostumbró a “recibir”. De hecho, siempre he pensado que, como sociedad en su conjunto, perecimos por comodidad y complicidad.
En este contexto descrito se posiciona la palabra CRISIS, cuyas manifestaciones más visibles fueron en 1983, el llamado Viernes Negro y la devaluación de la moneda nacional. En 1989 el Caracazo, estallido social de anarquía, desorden y saqueos. En 1992, 4F y 27N, dos intentos fallidos de golpe de Estado, de una conspiración que tenía una década en desarrollo, con muchos cómplices en todos los sectores. Y, por último, la desafortunada elección, en 1998, de uno de los dirigentes golpistas.
Los venezolanos, visto en retrospectiva, decidimos suicidarnos. Uno de los actos más irresponsables de toda nuestra historia. 23 años después seguimos pagando el error, a un costo equivalente a una guerra larga y destructiva. Pobreza generalizada, economía destruida, salario y pensiones inicuas, que condenan a millones a la miseria y el desamparo. Salud, educación, infraestructura, servicios ausentes o en precariedad absoluta. Instituciones intervenidas y manipuladas por el mismo poder. Y la emigración, forzada en la mayoría de los casos, de más de siete millones de venezolanos. No hay familia que no tenga un emigrante a quien echar de menos.
Todo lo que se diga de nuestras desgracias es poco. La radiografía del país se ha hecho y se hace. Sabemos qué pasa, lo que no terminamos de saber es cómo superar “esto”. Cómo salir de un gobierno inepto y corrupto con pretensiones de eternidad en el poder. Y, en este sentido, para no perder el poder, han evolucionado del autoritarismo inicial del líder mesiánico y despilfarrador, a una “dictadura sistémica” en cuanto controlan todos los poderes y fundamentalmente la represión “a la cubana”.
Una represión fundada sobre el temor y el miedo y, cuando es necesario, medidas y acciones más directas y selectivas. Pero más que una dictadura personal, es un “gobierno-repartido” entre estamentos, grupos y personas. Una oligarquía del dinero, una plutocracia de nuevos ricos. En la práctica, arribistas codiciosos y sin escrúpulos. En el lenguaje, algunos de ellos mantienen el origen marxista-castrista por oportunismo, más que por convicción.
Cómo superar la CRISIS, la coyuntura electoral 2023-2024 creo que es una buena oportunidad. Pero para ello hay que mirar más hacia adelante que hacía atrás. Aprender de los errores cometidos como oposición y tratar de crear una UNIDAD pragmática, real y efectiva, que sume organizaciones, votos y acumule fuerza.
El objetivo único es pactar para triunfar, derrotar electoralmente al régimen y sus políticas nefastas. Y, en paralelo o simultaneidad, hay que trabajar en un programa realista y factible de recuperación del país y la necesaria gobernabilidad. Esto último pasa por pensar en qué hacer con las fuerzas derrotadas y particularmente con el sector militar ?soporte del régimen?, sin rencores, venganzas ni odios. Ni, tampoco, con impunidad individual.
La tarea es exigente, la realidad siempre es compleja y los desafíos múltiples. La historia nunca ha sido fácil, pero no podemos inmovilizarnos. Hay que actuar y con inteligencia y voluntad, y, sobre todo, pensando en Venezuela como un todo plural, pero que nos identifica a todos y nos convoca a un futuro compartido y siempre mejor.