Pareciera que no pudiéramos tocar los problemas más significativos del país al mismo tiempo. La llamada trama de la corrupción, que incluye la caída estrepitosa de una de las figuras fundamentales del madurismo, monopoliza la atención pública. Intensamente, el gobierno, como un campeón de la honestidad a prueba en todos los terrenos, propagandiza la caída de su fiel y corrupto seguidor, y, más tarde, probará con otra, otra y otra noticia, sucesivamente, para que los venezolanos sepamos de una única versión: la del gobierno.
De manera que los otros temas urgentísimos de la vida nacional y local se olvidan. Debemos insistir en que la educación, sobre todo la básica, no es cualquier cosa. Del asunto solamente nos preocupamos cuando comienza y finaliza el año escolar. El gran secreto que tiene el régimen para mostrar sus aciertos, lo cual se lee como su monumental fracaso en el área educativa, es la eliminación de alumnos repitientes. No existen los repitientes. En teoría, significa un éxito que todos los muchachos pasen de grado; en la práctica, hay una acumulación de fracasos, ignorancia y frustraciones que estallará como una bomba de tiempo cuando esos niños se hagan adultos y se descubran nada competitivos, sin formación y destrezas mínimas para el trabajo. Solo podrán ser mulas de carga, ni siquiera albañiles sino aprendices supe explotados por el sistema, buhoneros de las mafias del contrabando. Huelga comentar sobre la desgracia de la desnutrición de los menores. Y vale preguntarse: de los pocos que se inscribieron en las escuelas públicas este año, ¿cuántos habrán desertado?¿Cómo se explica tanto descuido y desinversión en materia educativa?
Se sabe que no se trata sólo de ineptitud y falta de conocimiento sobre la realidad educativa del país, por el contrario, es parte de la estrategia que el régimen ha instaurado lentamente. La desvalorización de la meritocracia en aras de un pretendido diálogo de saberes, no ha hecho más que minimizar la fuerza de la ciencia y la tecnología bajo el argumento de estar “al servicio del capitalismo”. Con ese discurso, y agravado con la gran crisis social y económica, que provoca la falta de recursos, difícilmente podremos aspirar a construir un sistema educativo capaz de generar los talentos que algún día puedan sustituir al petróleo como la materia prima más importante y rentable del país. La educación ha pasado a un segundo plano.
Esta triste y lamentable situación, a la cual este régimen ha llevado al sistema educativo venezolano, no es fortuita sino predeterminada por este modelo político que no es más que una copia fiel del modelo castro cubano. La educación ha acusado un deterioro progresivo desde comienzos de la primera década de este siglo, bajo la influencia de una crisis económica causada por el deterioro de la industria petrolera, la principal generadora de recursos del país, pues PDVSA es casi nuestra única entrada. Además, tenemos que considerar el traslado masivo de maestros y profesores a otras labores, fundamentalmente, al mercado informal para alcanzar mejores salarios y reconocimiento social.
Pretender que la educación venezolana vuelva a ser de la noche a la mañana lo que fue hace 30 o 40 años atrás es un reto que solo vendría con un cambio de gobierno, un cambio de paradigma gubernamental. Un gobierno que coloque a la educación en su verdadero contexto y no en un segundo plano como lo ha hecho este régimen en los últimos 20 años. Pretender masificar en algún momento sin calidad y sin recursos para poder sostener el sistema fue una gran utopía que nada más este régimen creyó poder lograr. Hemos insistido, resistido y persistido en nuestra posición democrática que amerita centrarse en un sistema educativo que ayude a la formación de ciudadanos responsables, profesionales idóneos e individuos comprometidos con otros venezolanos y el país.
@freddyamarcano