Trataré de abreviar. La Organización Internacional del Trabajo entre sus convenios fundamentales tiene el de la negociación colectiva. Ese que está sirviendo de base al Foro de Diálogo Social que se está llevando a cabo en Venezuela bajo la supervisión de la misma OIT. En sus documentos, esta organización plantea que: “la negociación implica cualquier tipo de discusión, formal o informal, cuyo fin sea llegar a un acuerdo”. Las actuales discusiones han sido, sí, muy formales. Lo dificultoso ha sido llegar al acuerdo principal: ajuste del salario mínimo, de los sueldos. Lo último acordado ha sido la presencia permanente de un representante de la OIT en nuestro país. Un gran aliciente. Pero el salario mínimo no ha cambiado sus 130 bolívares en más de un año.
Precisaré, de una vez. No creo, no creemos, que en esta, como en otras discusiones, prime la buena fe del régimen. Allí se centra el meollo de todo lo que laboralmente ocurre en Venezuela. Creo, creemos, en la buena fe de la OIT, desde luego; podemos hasta creer en la buena fe de los demás partícipes. Fedecámaras, principal agente en la propiciación de este Foro y de la presión ante la OIT, ha dado buenas batallas. Se ha afincado en la no ilegalidad de las medidas coercitivas unilaterales tan cacareadas en el mundo por el régimen del terror. Búmeran que el mismo disparó y se le ha venido encima al reconocer los excesos inocultables de la corrupción troglodita. Como troglodita ha sido la imposición fiscal desmesurada o el cobro de los servicios públicos que atentan permanentemente contra el bienestar de toda la ciudadanía. También los empresarios e industriales han defendido valientemente a quienes han sido expropiados de sus tierras, de las veinte fincas de las cuales han recuperado ya tres, en los avances de las discusiones. Pero continúan cautivas diecisiete. Fedecámaras, hay que decirlo, ha reconocido la insuficiencia del salario y los sueldos.
Los dirigentes sindicales de las federaciones han estado allí, batallando también, inocultablemente en un mundo de dificultades, con sus devaneos, de buena fe, sin duda. La liberación de los sindicalistas presos ha sido de suma importancia en los reclamos loables. La pelea por el derecho humano a la sindicación en general también. Deberían precisar más en cuanto a la apropiación indebida de los recursos de la afiliación que desde el año pasado tienen paralizadas a las cajas de ahorro, los sindicatos, gremios e institutos de previsión, especialmente en las universidades, aunque, como sabemos, no únicamente en ellas.
Pero el núcleo problemático son los sueldos y el salario. Ahí viene la mayor presunción de mala fe del régimen. ¿Por que? Vamos. Ya van tres meses en las calles nacionales de las protestas legítimas de los trabajadores, de los pensionados, de los jubilados y de quienes nos han venido acompañando, como los estudiantes y otras organizaciones sociales, cuyo apoyo ha sido invaluable. La respuesta ha sido más acoso a líderes gremiales y sindicales, hostigamiento, e insisten en su esquema de impedir la circulación para llegar a las concentraciones y marchas. Tal como ocurrió esta semana. La otra respuesta fue el bono compensatorio y discriminatorio de los jubilados. Hay que denunciarlo alto. El monto ni alcanza a cubrir las necesidades mínimas de alimentación mensual siquiera. Constituye una burla mas al trabajador que reclama sus derechos. ¿Como presumir buena fe en quienes se lanzaron de un tajo las convenciones colectivas que ellos mismos impusieron? ¿Como presumir alguna fe buena en quienes inventaron y aplicaron inclementemente el Instructivo ONAPRE hace más de un año para esquilmarnos el sueldo a todos los empleados públicos? No puede haber en ellos ni un atisbo mínimo de presunción de buena fe. En eso la OIT es clara y certera: “Para que la negociación colectiva sea efectiva, es importante que se lleve a cabo de buena fe”. Ese ingrediente no lo hay. No lo habrá.
Vuelvo a recordar, porque lo he dicho antes, que a este proceso denominado Foro de Diálogo Social se ha traído obligado al régimen. Obligado por la mayoría de los países del mundo que votaron para que se avanzara con prontitud en Venezuela, con la histérica oposición del régimen. ¿O se nos olvida el destemplado desempeño en la reunión del otrora “ministro”, aquel que seguramente si conocía su sueldo y el de los demás? Allí expreso de manera airada, en la OIT, que la administración que representaba no reconocería el fallo por violaciones de los convenios laborales internacionales, que tampoco aceptaría ninguna consecuencia ni se comprometería con la decisión adoptada por la mayoría de los países representados. Estamos hablando de una de las peores torceduras de brazo internacionales al régimen de Nicolás Maduro. ¿Buena fe? Ninguna. Obligado. Las consecuencias saltan a la vista a dos años y tres días de aquel lamentable episodio.
Tenemos que ir a un país donde la negociación colectiva no sea obligada ni supervisada, sino que se lleguen a acuerdos de manera tripartita con la mejor buena fe. Tenemos que reclamar la deuda producida contra los trabajadores en sueldos y en protección social. La detención inmediata de la explotación laboral, de la esclavitud moderna a la que se nos ha venido sometiendo sistemáticamente. Es palpable que es la corrupción y no las sanciones la causa del supuesto ahogo financiero del régimen faramallero. Debemos rescatar el valor del trabajo para el bienestar y la paz social. Pero hacerlo de buena fe, no será, no será, con este régimen despótico. La lucha sigue en la calle y en todo evento, hasta lograrlo.