José Azel: ¿Por qué votamos como lo hacemos?

José Azel: ¿Por qué votamos como lo hacemos?

El voto democrático no siempre genera buenos gobiernos. El ascenso de Hitler al poder en la última elección libre de la República de Weimar, y la elección de Hugo Chávez en Venezuela, son ejemplos destacados. Consecuentemente, entender la conducta del votante es uno de los temas más estudiados en ciencias sociales en disciplinas como economía, ciencia política, psicología y sociología.

Como parte de este esfuerzo los cientistas sociales Christopher Aachen y Larry Bartels exploran “por qué las elecciones no producen gobiernos responsables” en su libro “Democracia para realistas”. Aquí, tomo prestado algunos de sus conceptos sobre el comportamiento del votante.

En nuestra comprensión tradicional de democracia, como votantes, tenemos preferencias sobre lo que el gobierno debería hacer, y elegimos líderes que prometen aplicar políticas en línea con nuestras preferencias. Esta romántica teoría de la democracia asume que ciudadanos comprometidos se informan de los muchos asuntos que la nación encara, y manejan los laberintos políticos para juzgar inteligentemente. La teoría romántica de la democracia también señala que los votantes evalúan las calificaciones de los candidatos y votan por el candidato que mejor refleja sus propios valores políticos.





Sin embargo, la ciencia política contemporánea ha encontrado poca evidencia de que los votantes reflejen este perfil ideal. Esto plantea peguntas de que si los ciudadanos pueden jugar apropiadamente el papel que requiere de ellos la teoría romántica de la democracia. Los estudiosos nos dicen que, independientemente del dramático incremento en la variedad de medios, el nivel de conocimiento político de la ciudadanía permanece muy bajo.

Aunque actualmente disponemos de un nivel de información política sin precedentes, descartamos los más penetrantes recursos a favor de diversas fuentes de entretenimiento. Los medios de 24 horas diarias han incrementado la variedad de información sin modificar el nivel promedio de información política.

Una teoría alternativa del voto democrático es la “Teoría Retrospectiva del Voto”. En contraste con la prospectiva teoría romántica de la democracia, la teoría retrospectiva ve a los votantes como evaluadores del rendimiento anterior de los líderes. Votar retrospectivamente solo requiere del votante monitorear su propio bienestar y el de sus conciudadanos. Los votantes no necesitan estar informados o comprometidos como requiere la teoría romántica de la democracia. Identifican el buen o mal rendimiento del gobierno en base a cómo ha impactado sus vidas.

Votar retrospectivamente no requiere que la ciudadanía conozca las políticas precisas de una administración o partido. Los votantes solamente necesitan evaluar cómo ha cambiado su propio bienestar o el de la nación. Los votantes retrospectivos aprueban o desaprueban el rendimiento anterior, lo cual resulta un poderoso instrumento de rendición de cuentas electoral. Por ejemplo, las evaluaciones de los votantes sobre las condiciones económicas son muy significativas determinando resultados electorales. La investigación muestra que los votantes tienden a recompensar líderes en funciones en buenos momentos económicos y castigarlos en los malos.

Consecuentemente, estudiando las elecciones, el voto retrospectivo mejora la competencia económica de los líderes políticos manteniendo a aquellos que son competentes gestores y reemplazando a los que no lo son. El voto retrospectivo induce a los líderes a esforzarse por buenos resultados económicos para poder mantener sus cargos.

Los estudiosos también señalan que el voto retrospectivo “no establece restricciones al funcionamiento gubernamental; más bien, el gobierno tiene libertad para innovar, sabiendo que será juzgado por los resultados de sus acciones más que por políticas específicas”. O sea, en esta tesis de espejo retrovisor, los resultados de las elecciones no dependen de ideas o ideología política, sino de nuestra aprobación o desaprobación del resultado real de líderes o partidos en funciones. En la práctica, el voto democrático no respalda la teoría romántica convencional de la democracia.

Aunque algo cínica, la lógica del voto retrospectivo parece sensata. La mayoría de los votantes están ocupados con sus vidas y no son capaces de tomarse el tiempo requerido para entender las complejidades de decisiones políticas. Prefieren preguntarse si las cosas van mejor o peor. En esencia, y quizás sin elegancia, no es la ideología política sino una mirada al espejo retrovisor lo que mejor explica por qué votamos como lo hacemos.

El ultimo libro del Dr. Azel es “Libertad para Novatos”