Unas cuantas latas de zinc que fungen como paredes y techos es lo que a primera vista se observa en la Escuela Nacional María del Carmen Ramírez, institución ubicada en la comunidad Villa de Jesús 2, vía Quíbor, al oeste de la ciudad de Barquisimeto en el estado Lara.
Por: Yanitza Martínez / Corresponsalía La Patilla
Fundada en 2012, actualmente alberga una matrícula de 151 estudiantes desde preescolar hasta sexto grado.
Pareciera que esa escuela no existe para el Ministerio de Educación, así como tampoco para las autoridades regionales, que han estado ausentes ante las deplorables condiciones de la institución que, precisamente, fue creada por la necesidad de brindar formación a los niños residentes de esta comunidad, quienes estaban excluidos del derecho a la educación que establece la Constitución de Venezuela.
El personal docente, administrativo y obrero durante poco más de una década, le han dado vida a esta escuela en dos mini parcelas, con aulas de unos tres por tres metros cuadrados, que fueron divididas con latas de zinc.
En un ala están ubicados los mini salones de preescolar hasta segundo grado y la dirección, mientras que en la otra ala funcionan pequeñas aulas, donde estudian los niños de tercero hasta sexto grado. Allí se ubican dos baños, que tienen apenas dos pocetas y unas pipas que contiene el agua que usan los niños para bajar el sanitario y lavarse las manos.
El equipo de lapatilla.com se dirigió a esta comunidad, ubicada a unos 35 minutos del centro de Barquisimeto, para conocer de cerca la situación que viven maestros y alumnos.
La profesora María Sierra, docente de preescolar, dijo que a pesar de las limitaciones, la escuela se ha mantenido en pie gracias a los habitantes de la comunidad y el trabajo constante del personal docente, administrativo y obrero, ya que no cuentan con dotación ni atención por parte del Gobierno Nacional.
Ya perdieron la cuenta de las solicitudes introducidas ante el Ministerio de Educación y otros organismos estatales para recibir apoyo en la construcción de esta escuela, pero ninguna ha sido atendida, razón por la cual el personal ha decidido visibilizar las condiciones infrahumanas en las que estos niños reciben clases.
El drama aumenta cuando llueve
En su relato, la profesora Sierra mencionó que el techo parece un colador: cuando llueve, los salones se inundan y las actividades académicas se suspenden. Hace poco más de tres semanas, cuando en Barquisimeto se registró una vaguada que se prolongó por más de tres días, el salón de sexto grado quedó inoperativo.
Así que no quedó más opción que los estudiantes de esa sección recibieran clases en el pequeño patio de la institución. Ahora son los mismos representantes quienes se están organizando para recuperar el aula.
Muchas han sido las visitas que la institución ha recibido por parte de representantes del régimen, y ni siquiera así han logrado que les otorguen un código propio, con el cual sea identificada por el Ministerio de Educación. Pese a que la Misión Vivienda Venezuela sigue construyendo casas en la comunidad, la escuela ha quedado excluida de este programa de construcción, según la profesora Sierra.
La educadora advierte que al no contar con un espacio físico en buenas condiciones, se ha retrasado la obtención de un código propio, por lo que hasta el momento continúan sin culminar ese proceso administrativo ante el ministerio.
Sin dotación
Desde pupitres, mesas, carteleras y hasta pizarras fueron donadas por habitantes de la zona, o reconstruidas con desechos de otras instituciones educativas.
“Nosotros trabajamos con las uñas, pero con mucho amor”, puntualizó la docente Carmen Sierra, al tiempo que mencionó que a pesar de las condiciones salariales y laborales, no han paralizado las actividades, porque no hay que perder tiempo.
Tratan de aprovechar la época de sequía para adelantar lo más que puedan del contenido académico, porque en temporada de lluvias es inevitable la suspensión temporal de actividades.
Resaltó que el Estado no les provee de materiales como marcadores, hojas, lapiceros, carpetas, entre otros, y que son los padres, representantes y hasta el personal docente, quienes sacan de su bolsillo para cubrir toda la papelería, artículos de oficina y útiles escolares.
La secretaria de la escuela realiza las labores administrativas desde en su casa, pues tampoco hay computadoras en la institución, ni siquiera las populares canaimitas han sido proporcionadas por el régimen.
Comedor a medias
La improvisación y el ingenio del personal de la escuela María del Carmen Ramírez ha prevalecido. Y justamente por eso es que el comedor funciona en la casa de la cocinera de la institución, donde a duras penas lograron que el alcalde chavista de Iribarren, Luis Jonás Reyes, donara una cocina, pero no han logrado que les suministren gas doméstico.
Algunos representantes y docentes facilitan sus bombonas para que se pueda preparar los alimentos para los niños. Al momento del recorrido que hizo el equipo reporteril de lapatilla.com, el comedor estaba paralizado precisamente por falta de gas.
El comedor carece de mobiliario y utensilios, por lo cual cada estudiante usa una vianda, donde les sirven la comida del día, que muchas veces se llevan a sus casas.
Sobre el tipo de comida que consumen, las docentes detallaron que a través de los proyectos de alimentación escolar, reciben 18 bolsas de víveres al mes, las mismas bolsas Clap que llegan a las comunidades.
Harina, arroz, pastas, granos y, esporádicamente, reciben pollo o mortadela, por lo que la proteína animal es la más ausente del menú. Por eso los niños solo consumen arroz y pasta con granos. Los representantes colaboran con los aliños y las verduras para completar la preparación.
Terreno propio
Jackson Utrera, líder de la comunidad Villa de Jesús 2 y obrero de la institución, dejó claro que han realizado todas las diligencias para lograr la construcción de la escuela. Ya tienen ubicado un terreno dentro del sector, al cual deben realizarle un estudio de suelo y movimiento de tierra, pero no obtuvieron la colaboración de la Alcaldía de Iribarren. El mandatario local dijo que no posee recursos financieros, y como para salirse del “paquete”, aseveró que esa escuela no es su competencia.
“Más allá de hacer política, hacemos el llamado al Gobierno Nacional. Acá está en juego la educación de los niños”, reiteró.
Utrera y los otros miembros de la comunidad Villa de Jesús 2 se sienten impotentes, indignados. Sin apoyo del Estado y sin recursos para proporcionarle una educación digna a sus hijos, seguirán insistiendo hasta que por fin puedan dar una respuesta a los pequeños que, en medio de su inocencia, solo preguntan cuándo tendrán una escuela de verdad.