Los regímenes de fuerza encuentran su mejor garantía de afianzamiento con una creciente pérdida de la memoria, dato inadvertido también por quienes hacen la política del día a día. No entendemos una responsabilidad dirigencial de tipo partidista o social, sin el indispensable conocimiento histórico, valga la acotación.
Décadas atrás, quienes libraban una desleal lucha contra la democracia representativa de entonces, aprovechaban muy bien los recursos que ella podía dispensarles. Por ejemplo, nadie duda de la legítima protesta surgida entre los sectores juveniles contra la guerra de Vietnam, pero convengamos que constituía ocasión para dar cumplimiento a una agenda interna de agitación y subversión hoy radicalmente inadmisible; vemos, lo que es bueno para el pavo, no lo es para la pava.
La protesta podía disponer de espacios importantes de la ciudad, como la antigua y meritoria Plaza de la Concordia en el centro real de la Caracas de entonces, hacia mayo de 1970, e, igualmente, de la publicidad pagada en los principales medios del país. Podemos aludir a situaciones semejantes en cualquier rincón interiorano, por no citar a las universidades y los movimientos de renovación que coparon la escena, como el sectarismo mismo del que hizo gala aquella ultraizquierda, pues, al menos, un sector de la juventud socialcristiana se movilizaba activamente en contra de la guerra, compartida la demanda de respeto a la autonomía universitaria.
Reacios a la evidente derrota de la insurrección armada, literalmente armada de entonces, desde finales de los sesenta del veinte hasta las iniciales bonanzas petroleras de los setenta, hubo quienes persistieron en la táctica y la estrategia subversivas. Hoy las cosas son diferentes, aunque los actuales equipos gubernamentales se digan orgullosos herederos de esa tradición insurrecional.
En efecto, ahora, no hay oportunidad de hacer actos semejantes en ninguna parte de nuestra geografía aún protagonizados por la oposición más timorata, y, mucho menos publicitarlo legalmente, por una causa venezolanísima o lejana a nuestra rutina. Y huelga comentar en torno a la autonomía universitaria, importándole poco al poder establecido carecer de toda moral para combatir la disidencia.