Fue el 13 de agosto de 2013, un día antes del partido amistoso de la Selección de Sabella frente a Italia en homenaje al Santo Padre. Fue una jornada inolvidable por el mensaje del Papa pidiéndole a los jugadores más humildad y altruismo. Leo no pudo contener la emoción
Faltaba menos de un año para que comenzara el Mundial de Brasil. Argentina lideraba las eliminatorias con 26 puntos y la selección nacional dirigida por Alejandro Sabella y que capitaneaba Lionel Messi habría de vivir un momento inolvidable: estar frente al Santo Padre en el marco de una audiencia especial ofrecida a los dos equipos. El autor de esta nota fue uno de los 130 argentinos privilegiados de poder vivir el acontecimiento. Es que por entonces trabajaba en la AFA cumpliendo las funciones de Director de Medios y Comunicación. Y tal circunstancia nos permitió trabajar en la organización protocolar y la posterior comunicación del histórico evento.
Por Infobae
Bajo los 33.5° de temperatura que calcinaban Roma a esa hora con rigurosa vestimenta formal de traje y corbata para los hombres y vestidos oscuros por debajo de las rodillas y hombros cubiertos para las mujeres, ambas comitivas caminaron 220 metros hasta acceder a la ancha escalera, que tras 109 anchos peldaños de mármol de Carrara daban acceso a la Sala Clementina.
Los jugadores de Italia y Argentina ocuparon las primeras tres filas. Los de Italia se ubicarían a la derecha del Papa; los de Argentina, a la izquierda. Desde la cuarta fila hasta la 25° habrían de situarse los acompañantes de ambas selecciones nacionales.
La espera duró ocho minutos, pues a las 12 en punto ingresó por una puerta lateral su Santidad el Papa Francisco. Todos los presentes aplaudieron de pie durante casi 40 segundos, hasta que Su Santidad tomó asiento en su sillón blanco, donde bajo la sagrada túnica, se advertían sus zapatos negros de formato regular, con punta redonda y austero lustre.
La ceremonia comenzó con un ramo de olivos que el Papa ofreció a los capitanes Gianluigi Buffón y Lionel Messi. Allí tomó la palabra el Presidente de la Federación Italiana de Fútbol, Giancarlo Abete, con un discurso que duró un minuto y cincuenta segundos. Lo utilizó para señalar la memorable jornada y para informarle al Papa sobre la importancia del fútbol como movimiento social para millones de chicos y miles de jugadores.
Julio Grondona, presidente por entonces de la Asociación del Fútbol Argentino, exhortó en su alocución por el regreso a la paz, la armonía y la familia a los estadios argentinos, la revalorización del sentido deportivo del futbol y la desdramatización de los resultados como único valor de la competencia.
Finalizados los discursos, se puso de pie la delegación de jugadores argentinos, quienes emocionados primero saludaron y luego prolongaron el momento para ser fotografiados con el Santo Padre.
El orden protocolar establecía que después de los discursos de Abete y Grondona, pasarían a saludar al Papa y recibir su bendición los capitanes, luego los cuerpos técnicos, detrás los jugadores y finalmente los dirigentes. Para ello era necesario formar una fila ordenada y respetuosa acorde al lugar y a la ceremonia.
La delegación italiana cumplió estrictamente con tal requisito. Todos sentados a la espera que pasaran los argentinos.
En cambio nuestra fila fue caótica. No tanto al momento en que Messi precediera a todo el plantel comenzando por Sabella, Camino, Gugnali, el profesor Blanco, Mascherano, Higuaín, Palacio, Di María, Lavezzi, Biglia, Campagnaro, Garay, Basanta, Federico Fernández, Lamela… a quienes fue presentando de a uno incluyendo a los médicos, utileros, asistentes y empleados de la oficina de selecciones nacionales.
Una vez que todos ellos saludaron al Papa resultó muy difícil lograr que los dirigentes argentinos –alrededor de 120– se ordenaran. Por el contrario era tal la ansiedad y la devoción que la cola no tenía armonía, pasaban unos sobre otros y cada uno portaba cuanto menos algo para regalarle a Francisco y algo para que Francisco bendijera. Podían verse banderines, banderas, mates, camisetas, imágenes de vírgenes o de santos, platos de porcelana, bandejas de plata, llaveros, fotos familiares, medallas de todo tipo, diplomas, libros con la historia de los distintos clubes, cadenitas colgantes, fotos, láminas con equipos históricos, anillos, gigantografías de estadios… Para colmo, mientras los agentes de la seguridad se inquietaban pues todo salía de control, desde el fondo de la Sala Clementina apareció El Tula haciendo sonar su bombo intentando que un coro espontáneo lo ayudara a cantar: “Vamo’ vamo’ Argentina/ vamo’, vamo’ a ganar / que esta barra….”. Por suerte nadie adhirió.
Luego que ambas delegaciones saludaran y recibieran el cariño de Francisco, éste ofreció un discurso que comenzó así:
“Ustedes vieron cómo se comportaron los integrantes de la delegación de Italia y como lo hicieron los argentinos… Vieron que unos fueron obedientes y ordenados –los italianos- y otros desordenados y desprolijos –los argentinos– … Bueno, yo soy uno de ellos; ahora saben de dónde vengo, se lo digo a los que me cuidan, que me rezongan cuando salgo del protocolo, cosa que seguiré haciendo”.
Y enseguida retomó la seriedad papal y les dijo a los jugadores: “Ustedes son artífices del entendimiento y de la paz social; son un modelo para la sociedad, para los más chicos sobre todo, un modelo para el bien o para el mal. Es por eso que les pido lealtad, respeto, altruismo y solidaridad”.
Las palabras finales generaron un nudo en la garganta de Messi quien había viajado desde Barcelona sólo para estar presente en esta audiencia ya que se hallaba lesionado y no habría de jugar el partido ante Italia. Fue mientras Francisco concluía su discurso de esta manera: “Pido al Señor que los bendiga y a la Virgen María que los guarde; les pido también que oren por mí para que en la cancha donde me han puesto pueda jugar un partido honesto y con coraje para el bien de todos nosotros”. Al término de la ceremonia, Francisco salió por una puerta lateral y fue alcanzado en el pasillo por Balotelli, con quien dialogó por unos minutos. Al pasar junto a él, Messi quien se dirigía hacia la Pontificia Academia de Santa Marta para dar una conferencia de prensa, se detuvo un instante y el Papa volvió a acariciarlo y bendecirlo. Un par de lágrimas bajaron por su mejilla hasta evaporarse en la emoción.
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