El que la poseía era invencible y el que la perdía solo tenía un destino: la muerte. La poseyeron Constantino y Carlomagno, y la quiso robar Napoleón.
Los alguaciles rompieron las tibias de los dos reos que acompañaban a Jesús. Longinos, convencido de la divinidad de Cristo, tomó su lanza y la clavó en la parte derecha del torso de Jesús para certificar que había fallecido.
Por Clarín
Cuando retiró la lanza, de la herida empezó a manar sangre y agua, que salpicaron el rostro de Longinos, que inmediatamente dejó de ser bizco. En ese momento, Longinus exlamó: “En verdad, este era el Hijo de Dios”.
Adolf Hitler fue a verla en 1912 al museo de Viena y se obsesionó con ella. Según sus palabras, esa lanza era mágica. Hitler creía que con la lanza, según la tradición, tenía poderes únicos. El que la poseía era invencible. Pero también sabía que el que la perdiera solo tenía un destino: la muerte.
El 13 de Octubre de 1938 la lanza y los tesoros de los Habsburgo fueron cargados en un tren vigilado por las SS y regresó a Núremberg. El general Himmler la quiso llevar a su castillo esotérico en Wewelsburg, pero la lanza, por orden de Hitler fue colocada en el vestíbulo de la iglesia de Santa Catalina de Núremberg.
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