Algunos de estos animales de compañía aman las caricias y otros las odian o simplemente las toleran. Una guía para tener en cuenta a la hora de vincularnos con ellos
Es probable que hayamos experimentado con un gato muy amistoso que parece disfrutar de las caricias, pero de repente nos muerde o nos da una palmada. En ese momento, podríamos culpar al gato, pero es más probable que no estemos acariciándolo adecuadamente.
Por Infobae
“Para entender por qué ocurre esto, primero tenemos que saber un poco más sobre su ascendencia”, escribió en un artículo para Live Science la doctora Lauren Finka, científica de Comportamiento y Bienestar de los Gatos en Cats Protection e Investigadora Visitante en Nottingham Trent. “Es probable que a los antepasados del gato doméstico (el gato salvaje africano) se les considerara meros controladores de plagas, pero a los gatos de hoy en día se les trata a menudo como nuestros valiosos compañeros o incluso como ‘peluches’”, añadió.
Según la experta, “se piensa que el cambio social en la relación entre humanos y gatos ocurrió hace unos 4.000 años, después del establecimiento de la relación entre humanos y perros domésticos. Aunque este periodo de tiempo parece suficiente para que una especie se adapte a las nuevas exigencias sociales, es poco probable que este sea el caso de los gatos domésticos”.
Además, según un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, los gatos domésticos no han experimentado una divergencia genética significativa en comparación con sus antepasados, lo que sugiere que su forma de pensar probablemente sigue siendo similar a la de los gatos salvajes.
En su escrito, Finka advierte que “los gatos salvajes viven en solitario e invierten mucho tiempo y esfuerzo en comunicarse indirectamente -mediante mensajes visuales y químicos- para no tener que verse. Así que es poco probable que los gatos domésticos heredaran muchas habilidades sociales complejas de sus parientes”.
“Los humanos, en cambio, somos una especie intrínsecamente social, que favorece la proximidad y el tacto en las muestras de afecto. También nos atraen los rasgos de aspecto infantil —ojos y frente grandes, nariz pequeña y cara redonda—, por eso la mayoría de nosotros encontramos tan bonitas las caras de los gatos. No es de extrañar, por tanto, que nuestra primera reacción al ver un gato o un gatito sea querer acariciarlo, abrazarlo y achucharlo. Aunque tampoco debería sorprendernos que a muchos gatos este tipo de interacción les resulte un poco abrumadora”, añade.
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