El actor, que hoy cumple 50 años, es recordado por su extraordinaria interpretación de un sobreviviente del Holocausto. Aunque lo tildaron de “feo”, su belleza exótica es requerida por las marcas más lujosas. De novio con la ex de Harvey Weinstein -el productor preso por abuso sexual-, el medio siglo lo encuentra soltero y sin hijos. Un galán misterioso que sabe disfrutar la vida
A los cinco años ya sabía lo que quería. A esa edad hacía espectáculos de magia en fiestas de cumpleaños de niños bajo un pomposo seudónimo: “Me llamaba a mí mismo ‘El increíble Adrien’, puede que todavía lo sea a veces. En retrospectiva, veo que (la magia) fue mi primera actuación, y mucho de la magia no es sólo el truco, es ‘el patrón’, es la entrega, es la presentación… Y por eso te vas a asombrar”. Años más tarde, Adrien Brody protagonizó nada menos que una de las películas más destacadas de este siglo, El pianista (2002). Aquella brillante actuación le significó un sinfín de nominaciones a diferentes premios. Y, aunque la crítica lo haya descrito como “un Al Pacino joven”, él huye de esa etiqueta: “Soy un Adrien Brody joven, gracias”.
Por Infobae
Un chico de familia
A pesar de sus rasgos eslavos, Adrien Nicholas Brody nació el 14 de abril de 1973 en el modesto barrio Woodhaven de Queens, Nueva York. Hijo único del profesor de historia jubilado y pintor Elliot Brody, y la reconocida fotógrafa Sylvia Plachy. Su padre era de ascendencia judía polaca y su madre nació en Budapest, Hungría, hija de padre aristócrata húngaro católico y de madre judía checa. Sin embargo, Adrien se crió sin conexión con el judaísmo ni con el catolicismo, ni tampoco grandes lujos. “Crecí sin mucho dinero y mis padres crecieron con mucho menos dinero. Y eso me mantuvo en línea. Realmente en línea”.
De chico acompañaba a su madre en las asignaciones para Village Voice -un periódico de noticias y cultura de Estados Unidos, conocido por ser el primer semanal alternativo del país- y le da crédito a ella por hacerlo sentir cómodo frente a la cámara. “Yo era un niño salvaje, travieso y tenía una imaginación tremenda. Cualquier experiencia que tuviera, intentaría recrearla. Siempre tuve un actor dentro de mí”.
En su adolescencia sus padres decidieron inscribirlo en clases de actuación. “Me gustó al instante. Además de ser uno de los tres únicos niños en una clase de 20 niñas, las probabilidades eran fantásticas, sentí que era bueno en eso, era creativo. Mis padres me habían alentado a ser franco y libre, así que estaba bastante desinhibido. Fue una buena salida para mí”. En gran parte, la idea de sus papás fue para alejarlo de los chicos peligrosos con los que podía relacionarse en el barrio en donde vivían. “Salía con chicos-problema. Era un adolescente sensible, que por suerte tenía unos padres amables, pero vivía en un barrio no tan amable. Para lidiar con eso, me endurecí y me convertí en un niño más con capucha. Nunca fue malicioso, eso no está en mi naturaleza, pero era mucho más duro de lo que soy hoy. Si no hubiera tenido padres con los que pudiera hablar, se me habría ido de las manos”, confiesa sobre crecer en Queens.
Adrien asistió a la Academia Estadounidense de Artes Dramáticas y a la Escuela Secundaria de Artes Escénicas LaGuardia en Nueva York. Posteriormente, cursó en la Universidad de Stony Brook antes de trasladarse a la Universidad de Queens.
A pesar de una gran actuación en La delgada línea roja (1998), las limitaciones de tiempo obligaron al director a editar gran parte del papel de Adrien, su trabajo posterior con Spike Lee y Barry Levinson, nunca se convirtió en la estrella que muchos esperaban que sería hasta que Roman Polanski lo llamó para interpretar a Wladyslaw Szpilman, un célebre pianista judío en la Varsovia ocupada por los nazis: El pianista (2002).
Brody logró una actuación brillante, basándose en la herencia y el raro dialecto de su abuela nacida en Polonia, así como de su padre, que perdió a miembros de su familia durante el Holocausto, y de su madre, que huyó de la Hungría comunista de niña durante el levantamiento de 1956 contra la Unión Soviética. “Mi papá me dijo, ‘Se necesitan quince años para ser un éxito de la noche a la mañana’, y me tomó diecisiete años y medio”.
El método Brody
Cuando eligió al protagonista de El Pianista, Polanski deseaba contratar a un total desconocido, por lo que había publicado un anuncio en el diario británico The Guardian que decía: “Hombre de entre 25 y 35 años, de constitución delgada y aspecto moreno. La experiencia interpretativa no es necesaria pero se requiere que este sea sensible, vulnerable y carismático”.
A la audición se presentaron 1.400 hombres de todas las etnias, y Adrien fue el elegido. El actor se metió en las memorias de Szpilman en la Segunda Guerra Mundial para comprender el rol, que tan lejano no le sería ya que sus propios bisabuelos fueron asesinados en el Holocausto. Luego de ser forzado al Gueto de Varsovia y separado de su familia, Szpilman eludió a fuerzas nazis y sobrevivió al Holocausto escondiéndose en las ruinas de Varsovia.
Para prepararse, Brody, de 1.85 m, hizo una dieta durante seis semanas -comía porciones demasiado pequeñas para alguien de su edad- perdiendo 15 kg, hasta llegar a los 60 kg antes de comenzar a filmar. “Hay un sentimiento de soledad que llega cuando mueres de hambre y no lo había experimentado. No hubiera podido interpretar ese papel sin saberlo. Había experimentado la pérdida, la tristeza en mi vida, pero no conocía la desesperación que llega con el hambre”, reveló el actor. “No hay comparación con lo que pasó Wladyslaw Szpilman y el sufrimiento que la gente pasó durante el Holocausto, o las naciones afligidas por la hambruna, pero me dio mucha mayor comprensión de eso. Y no puedes actuar eso. Me tomo el trabajo muy en serio”.
Durante la mayor parte del año, “se retiró” de la sociedad moderna. Dejó su departamento en la ciudad de Nueva York, se mudó a Europa, vendió su auto y desconectó su teléfono celular. “Debido a que el personaje pierde tanto, quería tener una idea de cómo se siente esa pérdida”. Su novia lo abandonó por lo obsesionado que estaba con obtener el papel.
Adrien aprendió a tocar el piano de una forma increíblemente acelerada para ponerse a tono con la exigencia de su personaje. Su círculo cercano comentó que era casi milagroso que Brody tuviese la capacidad de hacer todo tan rápido. Al referirse al director, graficó en esta anécdota su admiración por Roman Polanski, “Estábamos filmando una escena y él dijo: ‘Adrien, necesito que subas al edificio. Y quiero que subas al techo y quiero que subas por la ventana. Y quiero que te cuelguen y te van a disparar. Y quiero que te deslices fuera del edificio y te agarres a la cuneta y entonces te vas a caer’. Y dije: ‘¿Alguien ha probado esto antes?’ Y él dijo: ‘¡Actores de Hollywood! Vamos, les muestro, les muestro’. Y corrió por el edificio -tiene sesenta y ocho años-, saltó por la ventana y se colgó de la ventana, se deslizó por el techo del edificio, se colgó de la cuneta, saltó al suelo, se sacudió y dijo: ‘Alguien lo hizo. Ahora hazlo’”.
Al terminar el rodaje, Brody tardó más de medio año en recuperarse. “Estuve deprimido por un año después del rodaje. No era sólo depresión; era luto”. Más tarde admitió, “Hubo momentos en los que me preocupaba si volvería a estar sano porque no me di cuenta de lo lejos que había ido. Estaba muy perturbado por lo que hice y por la conciencia que despertó en mí”. Finalmente, ganó el Premio de la Academia al Mejor Actor con 29 años, superando a Richard Dreyfuss, que hasta ese momento era el más joven en obtenerlo.
No sólo su triunfo es recordado por haber marcado el récord Guinness como el actor más joven en ganarlo; su especial festejo al subir al escenario a recibir la estatuilla dorada y espontáneamente estamparle un apasionado beso a Halle Berry -quien entregaba el galardón- quedó para la historia de los Oscar. Cuando le preguntaron sobre el famoso beso a la actriz, él dijo, “Había mucho amor en esa sala, amor real y reconocimiento. Fue sólo un buen momento y… lo tomé”. También admitió que una foto de sus padres en un abrazo apasionado y doblado hacia atrás, inspiró su famoso beso con Halle Berry en los Oscar en 2003.
Malas decisiones
El neoyorquino tiene una amplia trayectoria de más de 50 películas, que también abarca la televisión pero aunque parecía que iba a comerse a Hollywood se fue diluyendo debido a pésimas elecciones en films del género fantástico, como la amada y odiada La aldea (2004), y la irregular Regresiones de un hombre muerto (2004).
Aunque fue parte del éxito de Peter Jackson, King Kong (2005), el cual dividió a la crítica. Al año siguiente Hollywoodland le dio la oportunidad de recuperar algo del brillo pasado, al igual que la película Viaje a Darjeeling (2007), de Wes Anderson, director que confía mucho en Brody.
Pero todo se vino abajo con el fatídico error que lo llevó a protagonizar la criticada Manolete (2008), que afectaría muchísimo su carrera. A partir de ahí todo fue un constante sube y baja con cintas recordadas como Cadillac records (2009), y tropiezos como Splice: experimento mortal (2009), que tanto prometía. En el 2010 fracasó como héroe de acción con Depredadores. Luego el remake El experimento (2010) se fue directo al mercado doméstico.
En el 2014 salió del olvido gracias a la miniserie Houdini, encarnando al mayor escapista e ilusionista de todos los tiempos. También El gran hotel Budapest (2014) fue un acierto.
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