Como sea, al régimen se le vienen periodos electorales los próximos años y tiene que responder a eso. Sus amenazas de que no habrá elecciones libres si no eliminan las sanciones choca con la disposición internacional de hacerlo rectificar con todo tipo de presión. De este modo, no basta un cronograma con fechas y acciones. Todo comicio cuenta con un antes y un después. Temporalidades que inciden sobre lo que ocurre finalmente.
Las elecciones, además de contar con fechas y actividades en los cuadritos de la agenda, tienen que ser competitivas. Para serlo los candidatos que finalmente se enfrenten deben tener las mismas condiciones para hacer llegar sus propuestas. Esto incluye el financiamiento de las candidaturas, en el cual no deben aprovecharse, como el régimen ha hecho hasta ahora, de los recursos del Estado, así como también una libre difusión de las ideas y las actividades proselitistas por todos los medios de comunicación, del mismo modo. En esos sentidos el ventajismo oficial se torna ampliamente inescrupuloso.
Todo el ataque a la prensa libre, a la radiodifusión libre, a las televisoras libres de estos años ha ido en ese sentido: dominar la circulación de ideas y de eventos. Usar de manera hegemónica el acceso a los medios para limitar la difusión de pensamiento y accionar de los otros que pudieran contrariarlo. Esto ha pasado con la compra de canales, de periódicos, sumado al cierre de emisoras de radio y televisión y la persecución de portales a los que se dificulta o imposibilita el acceso, bloqueándolos de manera permanente.
Sumado a todo esto, existe una censura permanente que genera autocensura en todos los medios. La gente se cohibe de participar a sabiendas de que le van a evitar la presencia, sus palabras van a ser limitadas o cortadas por las consecuencias que la presencia de algún posible candidato o lo que diga puede acarrearle al propio candidato o al medio. O sea, a veces evitan las retaliaciones en las personas participantes y aveces las que pudieran ocurrir con el medio o sus trabajadores. Todo un entramado perverso, con una sola finalidad: frenar la circulación libre de las ideas contrarias al régimen del terror.
Todo esto es un atentado permanente también a los derechos humanos, que si bien no va a acarrear una demanda ante la Corte Penal Internacional, por no tratarse de la violación a los derechos a la opinión, a la libre expresión o la información de delitos de lesa humanidad, si deben tener y de hecho tienen el seguimiento de los organismos internacionales que velan por los DDHH.
Pero no habrá elección libre, competitiva y justa si no se combate la censura y el ventajismo instalado oficialmente en lo económico y en la difusión. Por eso temen y tratan de evitar la dimensión de la elección primaria. Por eso el discurso oficial está repleto de frases como las de estos últimos días: la revolución vino para quedarse. Contra eso debe prevalecer el discurso que exija nacional e internacionalmente elecciones libres y competitivas. Porque ninguna calamidad es para siempre. Y ningún cometedor de crímenes de lesa humanidad queda impune para siempre.