La primera tarea de un escritor es enfrentarse al lenguaje, no sólo el decir sino el saber decir, es su herencia cultural y va a ser su legado. En segundo lugar, la palabra, esa palabra justa, según decía Flaubert, precisa, necesaria, insustituible. Allí donde habita el SER según Heidegger. El escritor la busca, el verdadero poeta la encuentra y la atesora, pero la comparte.
La poesía no está en el verso, dice Cadenas.
“No hago diferencia entre vida, realidad, misterio, religión, ser, alma, poesía. Son palabras para designar lo indesignable. Lo poético es la vivencia de todo eso, el sentir lo que esas palabras tratan de decir”. Los lectores de poesía en el fondo, buscan revelaciones…
¿Qué se espera de la poesía sino que haga más vivo el vivir?
El itinerario poético de Rafael Cadenas es una huida-búsqueda del yo narcisista al yo que se despersonaliza y diluye en el gran-ser de todas las cosas, del mundo y del cosmos.
Es como una comunión-transmutación panteísta universal, a la manera de Spinoza, pero que el poeta realmente busca y encuentra en las filosofías y religiones orientales, el budismo del camino y el nirvana y el Zen en donde no existe un sí y un no humano frente a lo amargo o dulce que esta pueda ser, sino “así que así es”. La aceptación humilde de la realidad, sin juzgarla, esto no hay que confundirlo con resignación o indiferencia.
Rafael Cadenas se va despojando de su yo, sin aspavientos ni exhibicionismos y asume el silencio como su diálogo con el mundo. Sabe que tiene la “palabra” y la comparte.
Uno de los poemas más autobiográficos del poeta, muchos otros también lo son, es El Monstruo en Cuadernos del Destierro (1960).
“Este hombre inconcluso se desenvuelve con cierta soltura. Resulta difícil reconocerlo a simple vista. Es conmovedoramente común.”
El poeta se oculta en múltiples espejos y laberintos, en su propio rostro, a la vista, pocos lo ven, pero él lo ve todo y a todos.
Como su admirado Walt Whitman puede decir “contengo multitudes” pero no se celebra, prefiere la morada interior, su tímida sonrisa no exenta de cierta ironía y el silencio elocuente que su escritura nos da el privilegio de compartir.
“He vivido
cediendo terreno
hasta quedarme con el necesario
un área invicta,
de nadie,
que un desconocido reclama.”
Rafael Cadenas.
(Las ínsulas extrañas, antología de poesías. 2002)