Un estudio, publicado en la revista «Cell Stem Cell», explica cómo los cánceres de mama evaden las defensas del sistema inmune para seguir desarrollándose. La investigación, realizada en modelos animales, demuestra que los cánceres de mama envían señales moleculares a la médula ósea, cuna de las células inmunitarias y que dichas señales alteran el entorno natural de la médula ósea de tal manera que suprime la respuesta para combatir el tumor.
Por ABC
Curiosamente, estos cambios persisten mucho tiempo después de la extirpación del tumor.
Los investigadores, coordinados desde el Baylor College of Medicine (EE.UU.) también identificaron formas de acelerar el restablecimiento de las condiciones normales en la médula ósea tras la extirpación del tumor, acelerando la recuperación del sistema inmunitario.
Los hallazgos justifican nuevas investigaciones que podrían conducir a mejores tratamientos para las pacientes.
«La investigación ha demostrado que el cáncer de mama puede tener un impacto significativo en el organismo incluso antes de que haga metástasis o se extienda a otros órganos. Por ejemplo, los tumores pueden alterar a distancia el ecosistema de la médula ósea, lo que provoca una respuesta inmunitaria que no ataca al tumor, sino que favorece su crecimiento», explican Xiang H.-F. Zhang y William T. Butler, autores del estudio. «Para entender cómo ocurre esto, caracterizamos la organización de la médula ósea en modelos animales de cáncer de mama antes de que el tumor hubiera hecho metástasis».
El equipo descubrió que incluso los tumores pequeños pueden afectar profundamente al organismo, ya que desencadenan múltiples cambios en la médula ósea.
«Los tumores de mama promueven la sobreproducción de células de la médula ósea llamadas osteoprogenitoras, que más tarde contribuirán a la formación de hueso nuevo», explica la primera autora, Xiaoxin Hao.
Además, otras células, los progenitores de las células que dan lugar a las células inmunitarias, también crecen en número. Y lo que es más importante, estos progenitores también cambian su ubicación típica dentro de la médula ósea, reubicándose cerca de las células osteoprogenitoras y estableciendo una nueva comunicación célula a célula con estas células, en particular con un subconjunto denominado progenitores granulocito-monocitarios (GMP).
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