Para algunos robar un libro sin estar armado es un defecto permitido y hasta simpático de ciertos aficionados a la lectura. Pero esa visión romántica tiene un límite. No es lo mismo hurtar un incunable para convertirlo en dinero rápidamente, que delinquir para calmar el hambre de lectura.
Por Crónica
Si el hecho se comete en unas de las grandes cadenas del rubro, parece que se perdiera carga delictiva y eso tuviera algo de reivindicatorio al concretarlo contra el poder establecido.
Incluso existe un trastorno psicológico llamado bibliocleptomanía, con el que se diagnostica a algunas personas que roban libros. Roberto Bolaño, fallecido escritor chileno y bibliocleptómano confeso, sostenía: “Lo bueno de robar libros -y no cajas fuertes- es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito”.
Pero no sería perfil de un delincuente bautizado por sus damnificados como “ladrón nalgón”. Ataca a librerías pequeñas de la ciudad de Buenos Aires y cambia rápidamente los productos por dinero, según denunciaron este viernes sus víctimas en diálogo con cronica.com.ar.
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