Un 21 de diciembre de 1989, Nicolae Ceaussecu, se dirigía a la nación rumana, sin saberlo, por última vez. Antes del discurso, habría realizado una importante convocatoria de los diversos sectores de la población como prueba de adhesión al régimen, en la plaza central de Bucarest. El país estaba sumergido en los escleróticos socialismos del Este de Europa durante más de dos décadas.
Apelaba el dictador, como de costumbre, a la defensa de la patria de los enemigos foráneos y a estrechar los esfuerzos para salvaguardar la soberanía nacional, en lo que sería la “fase superior de la construcción del socialismo”. Los asistentes hambreados y sepultados en la miseria estaban allí, no para escuchar los irrisorios aumentos de los salarios y pensiones a partir de enero, de ese venidero año, sino para mostrar su indignación y reprobar en público al tirano, quien moriría fusilado 4 días más tarde junto a su esposa.
El 1 de mayo de 2023 en el palacio de Miraflores, Nicolás Maduro se presenta ante una audiencia que había caminado las calles de Caracas previamente, gritando consignas a favor del gobierno y en espera de los anuncios en materia de ajustes salariales. Tras meses de protestas a nivel nacional por condiciones laborales dignas, un aumento salarial debería ser una medida lógica para mejorar en algo el bajo poder adquisitivo de los ciudadanos.
Lo impensable: no solo no hubo aumento, sino redujo a la mitad un subsidio de 40$ a 20$ (que horas después subiría a 30$). Y en un nanosegundo, la propia militancia lo abucheó y lo insultó. Había interrogado a la multitud si estaban de acuerdo con la medida y un ¡No! estrepitoso se hizo viral. El mandatario no ocultó su nerviosismo y caricaturescamente se espantaba del evidente rechazo, tal como le sucedió a Ceaussecu ese jueves profético de 1989.
Las señales de los cambios políticos hablan como imágenes de lo inevitable. Quienes presenciamos a través de las redes lo ocurrido, no nos queda duda del quiebre político del régimen. Hoy está carente de liderazgo y divorciado de sus bases. Maduro recuerda a Ceaussecu, como todo demagogo y tirano embriagado de poder, al no comprender los síntomas de un desplome inequívoco, inexorable.