Ucrania ha acusado en varias ocasiones a Rusia de utilizar bombas de fósforo en el campo de batalla, las últimas este mismo mes de mayo en la batalla de Bajmut (este) y en la zona del frente de Zaporiyia (sureste), donde las fuerzas rusas habrían empleado esta munición extremadamente letal y difícil de tratar.
“He visto utilizarlas muchas veces”, dice a EFE el médico de combate israelo-estadounidense David Brymer, que es voluntario en Ucrania, donde instruye a soldados y civiles en medicina táctica, y ha acompañado en repetidas ocasiones a sus discípulos al frente.
Brymer fue víctima de uno de estos ataques a principios de este año, justo antes de la toma en enero de la ciudad de Soledar, en la provincia de Donetsk del este de Ucrania, por parte de las fuerzas rusas, que lanzaron fósforo sobre la posición en la que atendía a combatientes ucranianos obligándoles a retirarse.
“En 24 horas los rusos controlaban esa posición y tuvimos que retroceder”, recuerda Brymer, antes de describir los efectos que tiene el fósforo cuando entra en contacto con el cuerpo humano.
QUEMADURAS A 800 GRADOS
El fósforo blanco utilizado en estos casos es una sustancia incendiaria parecida a la cera que cae lentamente sobre su objetivo en forma de palmera. “No es que explote y en 30 segundos empiece a quemarte; puede tardar 10, 15, 20 minutos en caer sobre ti, lo que hace que tengas que decidir si abandonar la posición o no”, explica Brymer.
Permanecer en la trinchera, continúa, implica la muerte casi segura, ya sea por envenenamiento o por las quemaduras que provoca al tocar la piel esta sustancia que arde a temperaturas de hasta 800 grados centígrados cuando entra en contacto con el oxígeno y penetra en el cuerpo humano hasta llegar a los huesos.
“Puede fundir hasta el acero; si una gota de fósforo se posa sobre un tanque y se deja allí acabará haciendo un agujero y atravesándolo, siempre que le llegue oxígeno”, señala Brymer sobre lo extremadamente destructivo de esta sustancia que se lanza con morteros, artillería pesada u otros tipos de municiones explosivas.
Además de quemar el cuerpo, el fósforo desprende un gas altamente venenoso que llena las trincheras sobre las que se lanza, con consecuencias potencialmente letales para quienes las ocupan.
TRATAMIENTO CON BARRO
Debido a su naturaleza corrosiva, las heridas que provoca el fósforo son muy difíciles de tratar. “Hay que cortar rápidamente, inmediatamente”, dice Brymer sobre la única solución para que no siga penetrando en el cuerpo.
Aplicar agua parece una solución obvia para apagar una sustancia que arde en la superficie de la piel. “Pero el agua contiene oxígeno y el fósforo arde bajo el agua”, advierte Brymer.
El voluntario israelo-estadounidense ha consultado a varios médicos, uno de ellos con experiencia en el tratamiento de heridas causadas por el uso de esta sustancia en la guerra de Siria, sobre la mejor manera de tratar estas heridas.
“Algunos de ellos me sugirieron que empezara a utilizar barro”, recuerda, y desde entonces recomienda a sus estudiantes llevar a las trincheras cubos llenos de barro “moldeable, como la arcilla” ante la posibilidad de ataques con bombas de fósforo.
“BONITO DE VER” Y “EXTREMADAMENTE LETAL”
Desde el comienzo de la agresión militar rusa se han popularizado varios vídeos de los destellos en forma de palmera que forma en el cielo el fósforo blanco al ser utilizado en el teatro de operaciones. Uno de los más populares se grabó durante el asedio ruso a la acerería de Azovstal, en la ciudad de Mariúpol.
“En el frente llamamos a estas municiones ‘candelabros’”, dice Brymer, que destaca la belleza estética que tiene la caída de fósforo, sobre todo cuando se utiliza de noche: “Es bonito de ver, pero extremadamente letal”.
EFE