La ubicación de una vivienda dejó de ser, como hasta hace poco, una de las referencias principales del poder adquisitivo o estrato social de las familias en Venezuela, tras años de colapso económico que modificaron, entre otros aspectos, las variables que segmentan a la población.
Por Nicole Kolster / vozdeamerica.com
Hoy una persona que viva en un barrio rico de Caracas, por ejemplo, puede ubicarse en un “estrato bajo” y otra que viva en un zona pobre puede estar en el “estrato medio emergente”, referente a un grupo social que no responde a las características convencionales que definían a la clase media años atrás.
Luis Vicente León, presidente de la firma Datanálisis, explica a Voz de América que actualmente “una de las variables centrales para la estratificación de la población es la posesión o no de divisas. Tienes o no tienes divisas”.
Video VOA
“Antes con saber donde tú vivías, las condiciones de tu vivienda, ya yo podía saber perfectamente en qué estrato tú participabas (…) porque ya me daba información suficiente”, sigue León, que publicó por estos días un estudio anual sobre tendencias del consumidor venezolano.
Según Datanálisis, hay cinco estratos socioeconómicos en el país caribeño: 1) bajo excluido (38%), 2) bajo con oportunidades (25,9%), 3) medio establecido (21,2%), 4) medio emergente (12,0%), y 5) alto (2,9%).
En urbanizaciones acomodadas o lujosas de Caracas son frecuentes los caserones con muros gastados, jardines abandonados o autos viejos en las cocheras. Muchos de los dueños son profesionales que ahora están desempleados o reciben una pensión que apenas pasa los 5 dólares, más bonos, que además compensan con remesas u otras “transferencias no laborales”.
Incluso, otros propietarios alquilaron parte de los espacios de su casa para poder tener ingresos.
Crisis prolongada
Luis Pedro España, sociólogo y coordinador de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), dice a la VOA que “cuando las crisis son muy prolongadas, de una década o un poco más, la clase media pierde la capacidad de generar ingresos porque no hay oportunidades”.
“Uno podía tener un apartamento en los Palos Grandes”, una acomodada zona residencial de la capital, “y no tener con qué comer”, sigue España
Venezuela lleva casi una década sumida en una crisis económica sin precedentes, que acabó con el poder adquisitivo, principalmente en el sector público.
“Es una economía que ha perdido 80% de su tamaño entre 2014 y 2020”, señala el economista Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica, en un video en redes sociales.
En 2014, la actividad económica de Venezuela comenzó a caer, en medio del desplome de la principal fuente de ingresos del país: el petróleo, que cinco años después fue blanco de un embargo por parte de Estados Unidos.
En 2019, además, el dólar se impuso como moneda de facto ante una flexibilización del control de cambio y una liberación de precios para encarar una escasez aguda.
España señala que con la crisis “los activos, de recursos humanos y recursos fijos, se van consumiendo (…) y eso hace que efectivamente la capacidad de la clase media de generar ingresos también desaparezca”.
Olivares destaca que “en los últimos meses (la economía) sufrió un cambio que permitió algo de crecimiento, pero luego algunos eventos trastocaron eso y la economía nuevamente se resiente y vuelve a caer”.
El presidente Nicolás Maduro y su gobierno constantemente se felicitan por esta tímida recuperación, muchas veces ironizada en la calle con la frase “Venezuela se arregló”.
Y precisamente la dolarización fáctica de la economía alteró las variables para la estratificación socioeconómica.
Dólares
En Venezuela todo está marcado en moneda extranjera.
Y plomeros, manicuristas, mecánicos, taxistas… Todos cobran en dólares, menos los empleados públicos y pensionados, que buscan alternativas en la economía informal.
El ingreso promedio del venezolano, según Datanálisis, es de 240 dólares mensuales. La firma insiste en que el salario mínimo dejó de ser una referencia válida hace muchos años. Pero de cualquier forma sigue siendo el más bajo de la región.
Y León señala que “si el ingreso de una persona en Venezuela no se dolarizó no importa que tú vivas en un apartamento en El Cafetal (urbanización de clase media-alta en Caracas), que compraste en tu época de oro”.
“Si tu ingreso es una jubilación en bolívares o un salario de maestro que no se indexó a la moneda extranjera, tú puedes vivir en El Cafetal, pero tienes seguro dos hornillas que no funcionan y un baño con goteras y no porque no pudiste conseguir al electricista o el plomero, sino porque no lo puede pagar”, agrega.
Entonces, explica, no importa que una persona tenga “una condición educativa o de locación de clase media, porque tú no tienes un ingreso de clase media y por lo tanto su consumo y su cluster (grupo) no es el cluster de clase media”.
Y pone como ejemplo a una señora que viva en Petare, una gigantesca barriada de casas de ladrillo expuestos y techos de zinc, “que recibe 300 dólares o 200 dólares de remesas de sus hijos”.
“Su capacidad de consumo no es la capacidad de consumo del 38% de la población excluida (…), ella tiene una capacidad de compra que incluso puede ser superior a la que tiene ese maestro o ese profesor jubilado”.
“Esto no quiere decir que la población general de un barrio pobre tiene el mismo nivel de ingreso que la población general de una urbanización de clase media (…), lo que quiero decir es que los estratos cambiaron dramáticamente en términos de su definición”, repara León, de Datanálisis.